18.1.13

La carta sin escribir


Ésta es la carta que pensé que jamás escribiría pero que escribo aquí, en el restaurante japonés al que veníamos cuando vivíamos juntos en Barcelona. 

   Caminando por estas calles me parece que por fin te pude perdonar. Por fin. En mi cabeza pensé que venía a darle nuevos recuerdos a los lugares que conocí a tu lado. Pero no. Vine a perdonarte, sólo que no lo sabía. Vine a perdonarte y a aprender a vivir con las cosas buenas de lo que viví contigo. Todos los días me perdono el haberme hecho tan infeliz. Y quiero que sepas que no eras tú: era yo. Estuvimos juntos para aprender, para darnos cuenta de que nos merecíamos a gente distinta y en el camino nos hicimos mucho daño. Fue culpa de ambos, de nuestra juventud, de nuestra inexperiencia, de nuestras ganas de querer y que nos quisieran. 

   Hoy le agradezco a la vida y nos agradezco a nosotros lo que vivimos, lo que aprendimos, lo que lloramos y lo que reímos. 
Discúlpame porque sé que te lastimé. Perdóname por, en mi infelicidad, hacerte infeliz a ti. 

   Estoy en Barcelona, fui al lugar donde vivíamos, caminé al Kebab donde comíamos cuando no teníamos dinero, fui a la rambla, me senté en Plaza Cataluña a escuchar el aire, fui a "nuestro" bufet giratorio, tomé las fotos que antes no me atreví a tomar (no me importó parecer turista china), sonreí mientras caminaba por las calles… 

   Todo parece igual pero no, no lo es. Hoy camino feliz. Y antes… antes caminaba anestesiada, mal, infeliz. Todo es igual pero diferente. Estoy sola pero soy bien feliz. Porque antes de ti, contigo y algún tiempo después de ti, no era feliz conmigo. Y ya lo soy. Gracias a mí, gracias a las decisiones que me llevaron a caminar hoy sola por las maravillosas calles de esta ciudad de la que estoy profundamente enamorada. Mis pasos hoy no vacilan, hoy voy segura, voy feliz, voy con la mejor persona con la que podría ir y con la que hoy, después de muchos años, es la que aprendí a amar, a querer y a tolerar, es la persona con la que más a gusto me siento: yo. 

   No es la mejor persona, no es la más perfecta, la caga a cada rato… pero aún así la amo. Y ése, my dear ex, es el principal y primer amor que deberíamos sentir todos antes de sentir amor por alguien más; el amor propio, ése que sabe amarnos por sobre todas las cosas, ese donde podemos estar solos y sentirnos completos, donde podemos no tener un techo y sentirnos en un hogar. Es ése el amor que siento hoy. 

Y sí, soy muy muy feliz. 

7.1.13

Egoísta

Ok. 
Entonces. 
Llevo 4 meses en Europa. 
En 1 regreso a México. 
Extraño cabrón a la gente que quiero: mi sobrina, mis hermanas, mis abuelos, mis amigos. 
Extraño la comida. 
Y ya. 
De la comida puedo prescindir. A la gente que quiero la concentro en mis redes sociales. 
Y luego tenemos mi 2012 que me llenó de amor por México. Y luego tenemos que eso me dio la idea de que en este país no hay imposibles, de que si quieres conseguir algo, luchas por obtenerlo. 
Y yo quiero hacer eso. 
Y entonces busco a mis amigas/os y les digo cuánto les extraño. Y ellos me dicen: no regreses a México. La cosa está cada vez peor. La reforma laboral. La inseguridad. La vida. No regreses a México. Y yo les pregunto que por qué. Les pregunto si la cosa ha cambiado tanto desde  que me fui. No me contestan. Les pregunto si está tan grave la cosa, si se puso tan grave en 4 meses. Me sudan las manos y me da miedo. Y pienso en México. Y tengo pesadillas. No una, no dos, no tres sino varias veces. Me descubro sudando en medio de mi cama, perdida, pensando en si estoy en México o no. Y bueno... se me mueve el piso, se me mueve la vida, se me mueven los sueños. 

Lo pienso. Uno. Dos. Tres días. Vengo a Bilbao. Daniel me dice que lo ha pensado y que al principio quería regresar a México. Y que luego se lo ha pensado mejor. Aquí vive todo lo feliz que no vivía en México. Y me dan ganas de vivir así. Y pienso que es posible, que está bien, que quiero ser yo. 

Y me dan ganas de quedarme. 

Luego lo pienso mejor. Entro en conflicto. No quiero sentirme como una cobarde. Quiero hacer las cosas bien. Quiero trabajar de lo que estudié y que tanto trabajo me ha costado. Quiero regresar a México y hacer las cosas bien. Quiero terminar la carrera. Quiero hacer por mi país más de lo que las normas sociales dicen que haga: más allá de un trabajito Godínez de oficina. Quiero hacer más. 

Daniel me dice: es que yo lo pienso, yo quería regresar, yo amo a mi país, pero me acuerdo y me quejaba mucho, mentaba madres... Y entonces, estoy algo borracha y le digo: ok, ya me dijiste los problemas, ahora dime las soluciones. No, pero es que es muy difícil, la educación, la seguridad, el costo de la vida, porque aunque ganes bien tienes que invertir y pagar todo eso... No, Daniel. Pero dime SOLUCIONES. Y no me las sabe decir. O sí, pero sin la misma fuerza con la que expresa sus quejas. Y entonces le digo: yo creo que es cosa que que los ciudadanos nos pongamos de acuerdo, que dejemos de ser egoístas, que trabajemos por nuestra casa, nuestra calle, nuestra colonia, nuestra ciudad... Y él sólo asiente. Tengo razón. 

La cosa es que dejemos de ser egoístas. Yo lo entendí a los 24 años y nunca es tarde. Ya no quiero ser egoísta. Ya no voy a ser egoísta. 

4.1.13

De regreso en Barcelona


Ayer por la noche regresé a Barcelona después de 4 años. Estuve aquí por primera vez en el verano de 2008. Sabía que regresaría (aunque nunca lo pensé como meta a corto o largo plazo, sólo sabía que regresaría). Regresé más pronto de lo que hubiera pensado. Sentí mariposas en la panza cuando mi avión aterrizó. No reconocí nada de lo que recordaba en el aeropuerto. Entonces me di cuenta que era porque estaba la terminal 2. Tomé un bus que me llevó a la Terminal 1 y allí todo tomó más forma. Reconocí la estación de tren. Yo no soy la misma, las cosas que veo tampoco. Todo se ve más sucio, más consumido… y probablemente yo me veo más vieja y un poquito más sabia. Pienso mucho mientras camino en todo lo que he cambiado en este tiempo. Ayer pensé que era una infeliz, pero no es del todo cierto. En ese tiempo estaba con alguien y en ese momento de nuestra vida juntos había muchísimo cariño de mi parte y muchísimo amor del suyo. Hoy sí sé diferenciar en el amor y el cariño que había en esa relación. Y sé que él me quería más de lo que lo quería yo a él. Sí, había cariño pero precisamente por estar al lado de una persona que no amaba es que me sentía tan infeliz. Pero eso no era todo: odiaba quién era, no había momentos de reflexión, no estaba segura de hacer cosas que me apasionaran, la posibilidad de una vida de ama de casa e hijos me deprimía y atemorizaba, odiaba mi cuerpo, odiaba mis pasos, todo era borroso… era una niña que no podía ver todo el panorama con los mismos ojos grandes que siempre he tenido. Hoy mis pasos se sienten más seguros porque sé exactamente hacia donde van, sé además, que como la vida me ha demostrado, estos pasos pueden cambiar de rumbo sin previo aviso o que pueden surgir destinos nuevos. Está bien. Así es esto de soñar a medida que se avanza. Este 2012 redescubrí muchísimo amor hacia mí, hacia lo que quiero hacer de mi vida, Hacia México y hacia Hidalgo. Sé que mi pasión y mi intensidad deben ser canalizados a riesgo de hacer pendejadas y qué mejor que eso se vaya en educar y en trabajar por mi país. Descubrí que me quejaba muchísimo de mi país y de su gente, de sus lugares. ¿Cómo cambiar algo que no conoces, que no comprendes, que no quieres? Pues conociéndolo, comprendiéndolo y amándolo. Estoy decidida a tener el país con el que sueño, pero sé que ése no llega por ósmosis. Que para poder tenerlo hay que trabajar en él y para él. Sólo así. 

Cada año, desde hace algunos años yo juro que ése sí será el mejor año de mi vida. I put so high expectations. Pero no es sólo de decretarlo, es de trabajar para que así sea.  En 2009 terminé la relación con aquel que no amara y murió mi tío Andrés. Fue el peor año de mi vida. En 2010 murió mi abuelo y aún así pude levantarme, lo que hizo de ése un buen año. En 2011 murió mi Albert y aún así supe levantarme. Pero esos 2 años estuvieron llenos de lágrimas y de dolor. Me enfrenté a miedos con cara de temibles monstruos que viven dentro de mí. Pero hoy puedo vivir con ellos. 

A 2012 no le puse metas. Me dediqué a vivir el día a día buscando ser feliz en cada uno de ellos. Hay días buenos y hay día malos pero son muchos más los buenos que los malos. Muchos más. Los días malos los lloro y los vivo, porque también hay que vivirlos para poder apreciar a los días buenos. Lo hice así sin darme cuenta y llegaron cosas que yo decidí que sucedieran junto con otras que fueron meramente circunstanciales. El 132, Europa, yo. 

Cada año logro superar todas las adversidades que se me presentan. No hay una fórmula, nunca la hay. Pero siempre se deben buscar las herramientas emocionales para sobrevivir a ellas. Sé también que no siempre las tuve, que tuve que ser humilde y pedir ayuda para obtenerlas. 

Este es sin duda el mejor año de mi vida. Y me doy cuenta justo ahora, al borde de las lágrimas, escuchando a Bethoven, sentada en un Subway después de caminar  por los mismos lugares donde caminé hace 4 años. 

Fui a Plaza Cataluña y después a Paseo de Gracia. Está el mismo Kebab donde nos encantaba comer. Vi el edificio donde viví por fuera, el Palacio del Bebé sigue ahí. Pero algunas cosas han cambiado. Todo se ve más sucio (a lo mejor porque ahora conozco lugares más limpios de Europa), todo se ve más viejo. No hay aire hirviente como en ese verano, ahora es invierno y el aire frío enreda mi cabello hasta que lo amarro en una coleta. Y yo soy otra: camino segura, sonrío, no tengo miedo. 

Eso. Camino segura, sonrío, no tengo miedo. Amo quien soy, amo lo que hago, amo mis sueños, amo buscarlos, amo mi pasión y mi intensidad, me dedico mi tiempo y mis reflexiones porque me lo merezco, sé qué quiero. Camino segura, sonrío. 

No hay fórmulas. Camino segura, sonrío, no tengo miedo.