Este fin de semana viajé a cierto destino paradisíaco del Caribe mexicano. No espantarse, este post no es de mi viaje completamente superficial. Es (como el título lo indica) del tan hablado Bicentenario.
Mientras iba en el avión me tocó leer una revista de la compañía aérea con la que viajé y se hablaba mucho de los destinos de la ruta Bicentenario, de las obras que se inaugurarán esta semana con ese motivo, artículos hablando de los héroes de una manera más "humana". Quedé maravillada, la verdad. Hay también muchísimos programas en Televisión que hablan del tema y recrean esa época en la historia de México. O documentales o cápsulas. El otro día me llegó por correo un libro que distribuye el gobierno de manera gratuita. Información hay muchísima. En todos lados. Eso es innegable; mediaticamente se está haciendo un gran trabajo. Eso pensé mientras viajaba en el avión. Pero no dejaba de pensar en que no hay gran cosa que festejar y que se está gastando muchísimo dinero. Pensé también en que qué miedo salir a festejar con la cosa tan fea. El mexicano es fiestero de siempre, pero ¿Festejaremos masivamente ese día sabiendo que los zetas, los narcos y el gobierno están también allá afuera? Miedo. Sí, nos gusta el desmadre y la fiesta. Quizás porque precisamente nos gusta olvidarnos de todo.
El viernes por la noche, me encontré cantando canciones de Mariachi en medio de un antro lleno de extranjeros. No pude más que reírme y disfrutar. Qué orgullo el mariachi. Qué orgullo cantar esas canciones. Qué orgullo que el mariachi sea exclusivo de un país como éste. Me henchí de orgullo y esa es la verdad. No pude sentirme más feliz de ser mexicana. Amo este país casi en la misma medida en que me amo a mi misma.
Mi punto es: mediaticamente estamos hasta el copete del Bicentenario. Hay tantísima infomación, tanto orgullo desmedido de los nacionalistas.
A lo mejor es que sí hay cosas que festejar. La esperanza es lo último que se pierde y yo sueño con el día en que este país sea el país que siempre he soñado dejar para los hijos que aún no tengo. Sueño con el día en que pueda decirle a esos mismos hijos: "Yo, tu madre, hice todo lo que estuvo en mi mano para hacer de éste, el país en el que ahora estás parado". Sólo me da por sembrar semillitas a mi alrededor. Eso es lo que yo hago todos los días por México, porque la verdad es que no existen soluciones mágicas e inmediatas. No las hay. Porque es imposible hacer el trabajo que no se hizo en años en un sólo día. Sólo nos queda sembrar semillitas. Hay que festejar que hay personas como tú, o como yo, interesadas en sembrar.
Y a decir verdad, así veo en Bicentenario. Es una semillita. Mi única queja es esa; la semillita no se debe sembrar una vez cada 200 años. No. La semillita sebería sembrarse cada año. ¡Y que va! Debería sembrarse todos los días. Todos y cada uno de nuestros días. Ojalá que sembraramos esa semilla y tanta infomación vista desde tantos puntos siempre. Cuando era niña hubiera deseado que me informaran como han informado ahora sobre esa parte tan importante de nuestra historia. ¡Ufff! Si hubiera más amor en el mundo. Amor por todo lo que uno hace, por el amor al lugar donde se nace, amor a las personas... Esta semilla que es el Bicentenario es eso: amor por esta tierra que desafortunadamente a veces no nos enseñan a amar. Esta semilla mediática podría parecer una mentira, pero información hay mucha. Demasiada. Y con tanta información, lo mejor que puede suceder es que uno decida qué versión de la historia es la que quiere uno creer. Yo me quedo con aquella en la que por los motivos que hayan sido y hayan sucedido como hayan sucedido las cosas: mi país es este: resultado de guerras, ambiciones, errores, saqueos, patriotismo, ganas, etcétera. Mi país es este y no hay más. Asumo su pasado y miro a su futuro sembrando mi semilla. Lo tengo claro.
1 comentarios:
Muy bueno tu post. Felicitaciones. Me encantó lo de la semilla "amor por esta tierra que desafortunadamente a veces no nos enseñan a amar."
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