El sábado pasó algo que me afectó muchísimo. Quisiera dejar de sentir estas cosas que siento, pero no puedo. Llevo días aislada y tratando de meditar o de hacer las cosas que alguna vez me han funcionado. Esta vez they don't seem to work.
Apliqué examen final el sábado. Ya traigo el maldito SPM. Y me desesperé cómo nunca y como siempre (cuando me da el fuckin' SPM) menté madres y andaba de malas. Saliendo del trabajo me fui a casa de Ney y hablamos de cosas pendejas y nos reímos un rato. De ahí decidí caminar. Maldita la hora, porque yo sabía que existía la posibilidad de encontrarme con mi ex o alguien de su familia, situación que he evitado por meses. Ya sabes lo que dicen "pueblo chico, infierno grande".
No entiendo, la verdad, el porqué de mi miedo a encontrarme con ellos. Yo no les hice nada. Al principio ellos tampoco a mi... Pero al final las cosas fueron horribles.
Entonces iba yo caminando por la calle a casa de Alberto cuando vi la pinche camioneta a lo lejos. Quise hacerme pendeja con el celular, inclusive quise darme la media vuelta y escapar, pero ya no tenía ningún caso y de todas maneras existía la pequeña posibilidad (en mi cabeza) de que siguieran su camino porque a)no me reconocieran o b) no tenían de qué hablar conmigo. No tuve tanta suerte. Entonces justo cuando creí que doblarían a la izquierda se detuvieron en la esquina. Llevaba los audífonos y pretendí no verlos pero de reojo noté como la señora bajaba de su camioneta. Todo me tembló. Qué horror. Estaba helada. Oí que gritaba mi nombre. Pretendí no escucharla pero entonces cruzó la calle mientras me gritaba y casi la atropellan. Ni modo de no voltear en medio de tremendo alboroto. Entonces la vi. Con la misma blusa que le vi los dos años que duré con su hijo. Igual de gorda. Igual de loca.
Si hay algo que yo jamás hago es ponerme violenta o grosera en la calle. Nunca. Soy súper respetuosa, súper diplomática. La señora quiso llegar groseramente a exigir cosas. Su dinero. Quesque la deuda no había quedado saldada. Y según mis cuentas, saldada estaba. Pero odio tanto pelear por dinero que le dije que sí. Sí sí y sí. Me pidió mi número, mi dirección, mi trabajo y todo se lo dí. Sin poner ni un sólo pero. Tan tonta yo. Siempre me pasa eso cuando me toman por sorpresa. Y mientras estaba allí parada y mientras la señora me veía de arriba a abajo (y yo la veía directo a los ojos, porque a pesar de todo no le quise demostrar cuánto me afectaba) sólo pude acordarme de ti. No de ti precisamente, sino de esos momentos. Andas pregonando por el mundo cuánto (según tú) te odio, cuando no te he dedicado más de dos minutos, ni siquiera cuando tuve el tino de contestarte esas violentas llamadas. Me limitaba a reír (incluso cuando me ofendías). Me daba lástima la manera que tenías de demostrar tu frustración. Sin embargo, hoy, he decidido dedicarte este tiempo de mi vida (unos minutos o quizá horas, lo que me tome escribir este post). Eso sí, será el último. Y creo que quizás lo hago porque quise hacerme la fuerte cuando pasaron todas las cosas horribles. Sólo te lloré (y me lloré) una noche, aquella donde decidí dejar esa casa que compartimos durante 8 meses y de dónde me corriste continuamente las últimas semanas.
Hoy no. Hoy he decidido que voy a llorar recordando todo lo humillada, sola y pendeja que me sentí. Y hoy he decidido hacer esto para perdonarme. Perdonarme todo lo que sentí y todo lo que me recriminé. Estoy lista.
Mientras tu mamá estaba allí parada yo temblaba. Estaba lívida, fría. Y todas esas imágenes pasaron por mi cabeza. Sé que dije que no te odiaba. Y no lo hago. El pedo aquí es que no puedo perdonarme. No me perdono haber pasado tanto tiempo a tu lado. Sigo sin entenderlo. Si nunca estuve convencida. Nunca. ¿Por qué entonces accedí a tantas cosas? ¿Por qué accedí a estar a tu lado? ¿Por qué accedí a vivir contigo? ¿Por qué accedí a irme a España? ¿Por qué me costó tanto tiempo y tantas cosas darme cuenta? Seguramente la respuesta está en mi amor propio, en mi pendejez y en mi miedo a estar sola. Accedí desde el primer día en un estado completo de inercia. Me dio penita tu caso. Quise hacerle de buena samaritana y decir: "pues puede ser que yo haga feliz a este ser tan infeliz". Porque cuando yo llegué a tu vida eso es precisamente lo que eras. Infeliz. Lamento mucho haber sido la primera persona de quién te enamoraste así. Lo lamento porque sé que aún estás sufriendo y porque sé que aún me recuerdas. Sin embargo, entre todos mis grandes errores a tu lado, uno fue ése: querer hacerte feliz. Porque hoy y después de muchas cosas he comprendido que la felicidad de una persona no depende de que la amen. Ya ves, no bastó con que yo te amara para que fueras feliz. Siempre estuviste enfermo y siempre has sido una persona negativa. Ahora que lo pienso detenidamente eso fue lo que más me enfermó de ti. Porque efectiva y literalmente; enfermé a tu lado. Tú lo sabes bien. Sé que parece que te culpo, pero no es así. Al contrario, me culpo a mi misma por permitirme hacerme el daño que me hice al aferrarme a una relación que yo jamás pude contemplar a futuro. Cuando imaginaba la idea de pasar mi vida a tu lado me entraba una desesperación y una ansiedad asquerosas. Ya en los últimos meses esa sensación era cada vez más insoportable. Te repito, me culpo a mi misma y no sabes cuánto. Estoy enojada conmigo. A tu lado le hice cosas horribles a mi cuerpo, el estrés me tenía hecha un trapo. ¿Sabes qué es lo peor de todo? No me di cuenta sino hasta que te dejé. No podía concebir mi vida sola y pensaba "por lo menos él me quiere, por lo menos él me apoya". Qué tonta. Qué pendeja.
Sacabas lo peor de mi. Y de eso tampoco me di cuenta. La única certeza que siempre tuve fue que de terminar mi vida a tu lado, jamás sería feliz. Sí, qué ojete. Pero desde el primer momento, desde que acepté ser tu novia esa idea cruzó por mi cabeza fugazmente. Es hoy cuando volteo y miro lo que hice de mi misma. Era un monstruo. A mis 21 años era una señora en el cuerpo de una chava, vivía sin disfrutar nada, tenía manías enfermizas (como esa dónde me ponía de malas que mis pies desnudos tocaran la alfombra), me enojaba por todo, me sacaba de quicio hasta la más mínima cosa, me enfermaban tu necedad y tu energía negativa, me molestaba tu mediocridad, me asqueaba tu tibieza, me sacaba de mis casillas tu alcoholismo. No sé cómo me aguantaste. Y la verdad es que yo también sacaba lo peor de ti. Sobre todo en esos últimos meses donde lo nuestro era todo menos miel sobre hojuelas. Ya ves, ¡Hasta te volviste más alcohólico! Cómo olvidar el día que estuviste a punto de madrearme. No te atreviste, tampoco. Y qué bueno, porque si no me sentiría peor de lo que me siento ahora. Ni tampoco olvido todas las pinches veces que pasé las vergüenzas de que fueras el más pedo de la fiesta. No lo voy a olvidar nunca y no por rencorosa, sino precisamente pa' no volverme a encontrar con un güey tan enfermo cómo tú.
Sin embargo, el sábado mientras tu mamá me veía de arriba a abajo (más delgada de lo que nunca estuve contigo, con la piel más bonita, el cabello peinado y la frente en alto) me acordé de esas últimas semanas. Qué asco sólo acordarme de eso. Tuve unas ganas de llorar tremendas. Pero me las aguanté. Me acordé cómo me corriste de la casa, me acordé de cada una de las veces que no me defendiste de tus hermanos o de tu papá cuando se portaban en extremo groseros conmigo (al punto de hacerme llorar), me acordé de lo humillada que llegué a sentirme con tu familia, recordé cómo veía con repugnancia la manera en la que tú y los de tu estirpe trataban a la gente de servicio, recordé cómo me peleaste hasta la última cuchara (porque tú la habías pagado con tu tarjeta), recordé cómo me corriste de la casa hasta cansarte (por teléfono siempre), recordé esa llamada en la que me cantaste bien pedo la de "Vete ya...", recordé cómo me dejaste completamente sola en los momentos en que más te necesité, recordé el nefasto sexo que siempre tuve a tu lado, recordé ese último mail que me enviaste diciendo que ningún hombre jamás volvería a amarme y que ningún hombre jamás volvería a inspirarse en mi para nada (aplastando el último resquicio de mi casi nula autoestima), recordé cómo esa noche huí de esa casa cómo una prófuga (si yo no era mala) y como Ricardo me ayudó a cambiar mis pocas cosas en su Bora plata aunque tuvimos que dar miles de vueltas y terminar agotados en algún punto de la madrugada. Recuerdo cómo lloré, cuánto lloré... porque estaba sumida en la peor depresión que haya vivido jamás. Qué humillación irme así, sin ruido para que los vecinos no me oyeran, cómo una delincuente. Y no. No me llevé NINGUNA de las cosas materiales que peleabas. Te las dejé todas, aunque yo hubiera contribuido a ellas. Te las deje toditas y no por hacerme la mártir, sino porque ya me tenías hasta la madre, porque lo único que yo quería era dejar ese capítulo atrás. Recordé esa primera noche que pasé en la otra casa, durmiendo en el piso, pero tan en paz cómo no había dormido en meses. Recordé como me acosaste hasta el punto en que creí que me iba a volver loca. Cómo me insultaste por teléfono. Recordé cada una de las veces en que me llamaste puta y mil cosas más. Recordé la vez que te encontré en la calle y me perseguiste porque a huevo querías hablar conmigo. Recuerdo tus exabruptos y tus ofensas en Facebook donde me llamaste vividora y cuánta cosa más. Recordé cómo me buscaste hasta en Twitter y oportunistamente te ponías en contacto con todos mis amigos para decir "tu verdad". Inclusive localizaste a Tania Valladares para mandarle una "historia". O "nuestra historia", según tú. Al mismo tiempo que reí con tu asquerosa redacción y las pendejadas que dijiste sentí unas ganas de... de... de vomitar. Eso es. Jamás había tenido ganas de vomitar por un hecho. Tú lograste eso. Qué patético fuiste. Si tan sólo te hubieras escuchado.... Si el dinero les va a dar paz y entonces es cuándo lograré que dejen de buscarme para siempre y será entonces cuando pueda yo saludarlos entre amablemente y de lejos pues SO BE IT. Tomen todo el dinero y llévense lo que tengan que llevarse (qué asco que hable en plural, pero da la casualidad que al final también metiste a tus papás en todo).
Entonces tu mamá se atrevió a preguntarme que porque no iba a tu casa a pagarles. Ja. Y se lo dije: fuiste tan grosero al final que yo iba a hacer todo menos irte a buscarte para "pagarte" algo que según yo ya estaba saldado. Qué pocos huevitos tuviste siempre. Para todo. Eso es lo único que te deseo: un par de huevitos y energía positiva. Pero ¿Sabes qué? dudo que los consigas. Esos no los venden por ahí. Pero ojalá abras tu mente, porque sólo así se encuentran.
Nunca en medio de la ruptura fui grosera o patética. Nunca. Sólo reí (al más puro estilo de mi padre). Reí con todas las canalladas que me hiciste al final. Pero fue precisamente el sábado cuando me di cuenta que tenía que sacar lo que estoy sacando ahorita. Lloré tanto. Y es ya miércoles y sigo sintiendo ese malestar en el pecho. Pero es la última vez.
Por último; tomo TODA la responsabilidad en el 100% de la persona que fui y de los actos que cometí en esa relación. Todos y cada uno de ellos. Tú y yo simplemente no éramos compatibles. Tú por aferrarte a la primera mujer que amaste en tu vida y yo por aferrarme a no estar sola y al miedo que me daba lastimarte. Y ya ves, hoy sé que acabé más lastimada de lo que yo misma pensé. Me perdono por las canalladas que hice, por cada una de las groserías, por mi necedad... Tomo responsabilidad hasta de mi humillación y de las cosas nefastas que me hiciste sentir; y lo hago simplemente porque fui yo (y sólo yo) quien te dio el poder de hacerme sentir así por quererte o por aferrarme o por mi baja autoestima. Fuiste y significaste mi relación más larga, la más seria, la "oficial". Te quise, te quise mucho. Hubo momentos en que sí, fuiste el amor de mi vida. Hoy no. Ni lo serás nunca más. Justo iba a poner que no sé porque no le hice caso a mis entrañas desde el principio, cuando me dijeron que yo no iba a ser feliz a tu lado. Pero... ¿para qué? Lo que pasó, pasó. ¿Y sabes? Aprendí muchísimo de mi. Aprendí que a la próxima tengo que hacerle caso a mis entrañas. A la próxima tengo que admirar profundamente al hombre del que me enamore. La próxima he de mirar muy bien a la familia de ese hombre. La próxima tengo que entender de compatibilidad mejor de lo que lo entendí contigo. La próxima vez tiene que ser un hombre que simplemente saque lo mejor de mi, absolutamente lo mejor. Tiene que ser un hombre inteligente. Mucho muy. No el más guapo, pero que con tan sólo verlo me vuelva loca. Tiene que ser un hombre que me enseñe a cada paso, un hombre que aprenda de mi a la vez que yo aprendo de él. Un hombre buenazo en la cama. Un hombre que me trate como igual y a la vez comprenda mi condición de mujer. Un hombre que tenga detalles siempre y que no deje de sorprenderme. Un hombre lleno de ambiciones y de metas. Lleno. Un hombre trabajador. Un hombre de vibra positiva.
Entonces, ya va siendo tiempo de perdonarme a mi misma por esas decisiones que tomé a tu lado (y los errores cometidos). Porque creo (y sólo creo) que esas cagadas son las que me han hecho un poco mejor persona.
Espero, con todo mi corazón que llegue el día en que deje de recordar esas cosas malas para acordarme sólo de las cosas buenas que pasé a tu lado. Espero volver a encontrar a tu mamá un día y dejar de sentirme tan enojada y tan humillada.
Estoy lista para lo que sea. Para volverme a enamorar, porque no me da miedo. Estoy lista para vivir mi vida llena de unas ganas electrizantes de ser quien soy. Me había olvidado ¿sabes?. Había olvidado a Dana.
Ya va siendo tiempo de perdonarme.
2 comentarios:
Hola Dana Buen dia,
Que post, que intensidad, que desesperacion no poder estar ahí y darte un fuerte abrazo, y no por lastima, eso es algo que no necesitas, si no por estar contigo, por darte un poco de la fuerza que requieres para poder dejar todo atras.
Realmente fue un infierno lo que viviste, pero hay que agradecer al final algo, de todo eso aprendiste, si si, de la peor manera, pero el aprendizaje no siempre es suave, espero que pronto puedas sanar tu corazón, y que un día esto solo sea un amargo recuerdo, que sin embargo ya no provoque nada a nivel emocional.
A pesar de la virtualidad te mando un fuerte abrazo y si en algun momento te sirve platicar encantado de estar ahí para ti.
Besos.
Dana..
leyendote en el mensaje "va siendo tiempo.." es que este aquí escribiendote.
Desearía poder tomar una actitud apapachadora y/o de consuelo, pero no puedo.
Mejor una actitud que represente el ánimo de decirte: !tienes razón en todo lo que escribiste¡. Que bueno que por primera vez en mi vida sé de alguien que habla de si mismo con frialdad, sin autojustificaciones o culpando a otros, o al mundo por el como ha sido su vida. Ese es un paso dificil, un paso que requiere "ovarios" y es ahi donde quiero resaltar la importancia de mi lectura y de mi opinión; deseo llegar a leer en otro momento que has hecho realidad esos anhelos y deseos para con tu vida. Será hermoso conocer tu historia de vida donde te levantaste y sobrepusiste de tus demonios.
Dana
Lo mas difícil ya lo hiciste...
ahora termina de escribir el futuro.
Saludos !! y Salud!
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