16.8.20

Me sentía cansada y era depresión.

La última vez que escribí aquí fue hace mucho mucho tiempo. Yo no lo sabía a ciencia cierta pero estas entradas sí ayudaron a llevar mejor mi duelo. Terminaba la relación más violenta y enferma en la que he estado jamás.

Es un error pensar que el duelo terminó allí. Aún hoy, 5 años después, cargo con muchos de los traumas que dejó en mí esa persona que creí amar profundamente. Hoy, a la vista de terapia, una depresión, un tratamiento y varias relaciones fallidas sé que eso no era amor. Esa persona, para quien escribí las cartas y las palabras más bonitas (me arrepiento de no tener una copia de la carta donde le dije que lo amaba, sé que eran buenas letras) no era, no existía. Me "enamoré" de un sociopata narcisista. Y no hay otra forma en que una mujer como yo se enamore como me enamoré sino fuera por eso. 

A la luz de ese evento, dejé la ciudad donde viví los últimos 10 años y me mudé al lugar donde jamás creí vivir. A esta ciudad enorme y caótica y conflictiva y llena de contrastes. En el camino también me enamoré de ella. Llegué sin dinero y con un desamor a cuestas y, por lo tanto, caminé mucho esta ciudad esas primeras semanas (hasta que recibí mi primer quincena). Caminarla, creo, me ayudó a pensar mucho y a vivir esos primeros meses de mucho dolor. Recuerdo perfectamente una vez que caminé de Coyoacán a la Napoles con mucha hambre. Creo que tenía muy poco dinero...

Despues me imbuí en el trabajo: uno de 9 a 6 y otro de las tardes y los fines de semana. Ese último, por supuesto, sin remuneración. Llevo 10 años contribuyéndole al mundo y al país de a gratis. Primero porque me gusta y segundo porque puedo. Me supe capaz de muchas cosas y me vi, en la competencia laboral de la gran ciudad, como una mujer inteligentísima y capaz. Luego coordiné un congreso internacional enorme. ¿Cómo fui capaz? Diría que no lo sé, pero lo cierto es que sí. Soy muy apasionada de lo que hago. Llevo a mi cuerpo y a mi cabeza a límites insospechados (y e veces inexplorados). Fueron muy buenos meses. Aún con el desamor a cuestas.

Y luego vinieron malos años. De nuevo. Como siempre. Porque esto es así: cíclico. Porque con el tiempo (y la vida, supongo) sabes que así será siempre. Rupturas, ventas, engaños, muertes, enfermedades... Imposible escapar de ellas. y te joden la vida. Un poco. Si las dejas. Si no te das cuenta. Si te haces la fuerte. Si no vas de la mano con un profesional.

No caeré en el detalle, pero pasaron varias cosas: renuncié a un trabajo que me dejó el autoestima profesional por los suelos, tuve muchos días de hospital por mi sobrina que nació con una malformación, me empeciné en profesionalizar algo que no quería ser profesionalizado, abandoné un sueño que era mi bebé. Fueron demasiados duelos para toda esta cabeza y este cuerpo. Y pasó: me deprimí. Con todas sus letras. Solo que yo no lo supe. No me di cuenta. No sabía que eso era depresión.

Vas por la vida creyendo que eres fuerte, que eres inteligente, que todo lo puedes. Que con mucho trabajo (del de escritorio y del de calle) superaras esos días malos y ese malestar que parece cansancio y fátiga. El auto engaño es fuerte y más cuando eres una mujer inteligente: llegó un punto en el que creí que era la edad y que por eso me sentía tan cansada. Que por eso de la edad no podía mi cabeza y mi cuerpo llegar a la cúspide de cosas por hacer. En serio me convencí de que eso era lo que me pasaba.

Fast forward a ayer sábado 15 de agosto de 2020. Estamos en plena pandemia. Y hoy sábado tuve un día completo y total: lleno de proyectos, de creatividad y de trabajo. Son ya las 2 am del domingo 16 y sigo aquí, con energía. Hace un par de semanas mi psiquiatra me dio de alta de la sertralina (mi anti depresivo) y lo único que me hace seguir tomando tafil de vez en cuando, es esta sensación de enamorarme de alguien. Sí, conocí a alguien. Me da miedo escribirlo acá porque mi miedo más grande es también ese: regresar sobre este post en unos meses o en unos años y saberme engañada y estafada. Y sí, esa relación no tratara, no hablada también formó parte de que me diagnosticaron depresión en 2019. 

El día que supe que tenía depresión fue terrible. Mi cuerpo, que llevaba meses gritandome que le escuchara, no dio más de sí. Estaba yo envuelta en un momento de crisis y estrés terrible derivado de amenazas de muerte. Mi cuerpo no dejó de temblar desde que que pude rendir mi declaración. De allí, dos días de un llanto incontenible. Levantarme de la cama me costaba cada día más. Y nada... Una amiga me llevó de emergencia al hospital psiquiátrico. Yo no opuse resistencia porque no comprendía que estaba pasando. Gracias, Ali. Me salvaste.

Entonces... No era cansancio ni era mi edad. Era depresión. Jamás creí, en ese autoengaño, que podía volver a sentir la energía que sentí ayer.

Insisto: esta guerra no está ganada. Quizá no se gane nunca y haya toda la vida pequeñaa batallas (como la que libro ahora de superar mi estrés postraumático y poder tener relaciones amorosas con hombres tras relacionarme con un sociopata narcisista y poder por fin dejar el tafil y saber manejar mi ansiedad), pero por lo menos la batalla contra la depresión ya la gané. Sé que a la próxima (si es que la hay) podré detectar a tiempo las cosas que mi cuerpo me diga, se que ahora no dejaré cabo suelto en los baches de la vida y que hay que incluir en la dieta de una el tratamiento terapéutico.

Ayer sábado 15 de agosto fue un buen día. Volví a sentirme de 25. Volví a sentir esa electrizante energía, ese boost de felicidad constante que me dan mis procesos creativos, una redescubierta pasión que no sentía hace unos 15 años; amar así, querer así y demostrarlo pero con mejores herramientas y aprendizajes que cuando eres una morrita de 17 que tiene las hormonas a tope y que no sabe nada del mundo mas que sentir intensamente; esto de dejarse llevar, de saberse poderosa (y odiada y envidiada, muy odiada y envidiada), esto de verse con los ojos con los que la ven los demás (y que jamás creí ser eso que ven en mí y que me hace sentirme profundamente conmovida y agradecida).

Ayer fue un buen día y sólo quería ponerlo acá, porque me leo y digo; qué talentosa y a la vez pienso en por qué este afán de escribir sobre todo estndo triste. O bueno, sí sé: porque me daba tregua, aunque hoy también sé que escribir en este estado en el que escribo hoy, me llena de placer.

Son otros tiempos, son otros días. Estoy bien. 

12.12.15

Kind of funny

"Love is when my mommy makes coffee for my daddy and she takes a sip before giving it to him, to make sure the taste is OK."

Danny - age 7

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"Love is when you kiss all the time. Then when you get tired of kissing, you still want to be together and you talk more. My Mommy and Daddy are like that. They look gross when they kiss."

Emily - age 8


Us humans are kind of funny. We show love through our mouths. With the words we say. When we cook for others. Like when I made you coffee in the mornings. 

And then, the kisses. Our mouths are connections filled with nerves. We sense it all though our mouths. And then we exchange it all: the energy, the chemistry, the togetherness. Our mouths become one.

I wanna kiss someone new. And I know who he is already. 


Maybe soon. And then maybe (just maybe) make him some coffee in the morning. This time he's a great guy. I know. I know. 

22.8.15

Contigo

He soñado contigo. Varias veces. En todos mis sueños te encuentro de frente. Yo estoy bien, estoy chingon. En todos y cada uno de mis sueños estoy bien. Te miro a los ojos y me miras a mí. Sabes lo que perdiste y yo se lo que gané. Sé que dejarte fue la mejor decisión de mi vida, que a nadie he amado como a ti pero que estoy bien. Qué tú fuiste un paso decisivo para que yo estuviera donde estoy. Me miras. Lloras. Estás enfermo. Me pides que te perdone. Englobas las razones por las que yo debería hacerlo. A ninguna cedo. Aunque los ojos se me llenan de lagrimas pensando en ti, en cuánto daño hiciste, en las mentiras que dijiste, que... No puedo mas que sentir lastima por ti. Eres un pobre enfermo. 

Me pides perdón. No te perdono, pero no porque no quiera perdonarte. Estoy bien, estoy con alguien maravilloso, alguien completo y alguien total: un sueño. 

 

No te perdono porque ya no me interesa perdonarte. Estoy bien. Contigo o sin ti. Estoy bien. Eres un estorbo mas que otra cosa. 

11.8.15

Gracias, casita.

No sabes lo difícil que fue dejar Ajacuba (Reforma 1)Lo difícil que fue regresar a México y saberme sin ese hogar. Sin las albercas y sin el agua y sin el pasto y sin los toboganes y sin la casa de heidi y sin la tienda y sin los miriñás y sin el tejaban y sin los sopes y sin mis abuelos... 

Quizá podría contarte que no puedo pasar por la casa de tlahue (Reforma 30) (y nunca lo he hecho) porque me duele. Quizá algún día encuentre las palabras para describir lo que esa casa significó en mi vida: que era enorme y tenía tantos detalles de madera. Que en su cocina aprendí a ver cómo cocinaba mi abuela y yo misma aprendí el sazón que llevo conmigo a donde quiera que voy. Quizá deba contar del barandal de madera que nos transportaba del piso de arriba al de abajo en un tris. O de la virgen que mi abuelo tenía en la escalera y que religiosamente visitaba antes de subir a dormir. Del lavadero, del patio, del cuarto de lancha, de a enorme cocina, del garaje, de las vajillas italianas, de la cama queen size, de los pisos fríos. 

O la pocilga. O la casa de Pachuca donde viví con Eva, Samantha, Marcela, Paola  (Efrén Rebolledor) y donde hacíamos las borracheras más impresionantes. O donde viví con Raúl (Mezquititlan), refugio después de mi vida con Tobías (y una de las direcciones que ya no recuerdo).

Vinarska también y mi dormitorio sobre el sótano: mi apropiación de la casa y mi colocar de libros para sentirme a gusto. Los olores de mi cocina siempre lo tienen que inundar todo. 



Y llegamos a una de las casas que me hizo mas feli porque significaba un sueño: el de vivir en el centro y en un departamento justo como ése. En cuanto lo vi, sabia que era ése y no otro. Y fue mío. 2 años de mi vida pasé en Matamoros. Al final lo hice mío y lo viví con toda la intensidad con la que se puede vivir el hogar propio. 

Hoy ya no es. Ya no se pudo pero estuvo cercano a la perfección. Quizá algún día regresé a hacerlo mío por completo. 

Gracias casa. Me diste tantas cosas. Contigo crecí y fui muy muy feliz. Ojalá que quienes te ocupen después sepan de cuànta felicidad puedes albergar en tus paredes. 


Hoy hay un San Miguel y después quién sabe. 

Gracias, casa. 

12.7.15

Los sonidos

Temo tener insomnio hoy también. Mis días ahora se dividen entre aquellos en los que me obligo a cansarme tanto que sólo atino a caer muerta en mi cama. Hay otros días en que la ansiedad me acecha con tanta fuerza que salgo, camino, pedaleo con todas mis fuerzas. 

Volví a ver a Hugo y esta vez lo vi sin miedo. Ya no tengo miedo de estar con él porque no me interesa estar con él. Por ahora estamos bien así. Y me escucha y me hace reír y me hace sentir una mujer increíble. Lo veo en sus ojos cuando escucha todas las cosas que tengo para contar. Mi viaje a Chiapas, los paisajes, la bóveda celeste... Mi pasión por lo que hago y mi pasión por el mundo, pasión que hace que la primera (mi trabajo y mi ávidez por cambiar el mundo) no me abrume de manera tal que deje de disfrutar esta vida. Hugo me hizo sentir de nuevo viva y especial. Lo sentí cuando me abrazó tan fuerte (después de años de no verme), que me dolió el pecho. Sentí ganas de llorar. Después me dijo las cosas que hace por mí que no hace por nadie más. Sí, sí que soy especial. Lo sé. 

Eso me hace pensar en las cosas que me hacían sentir especial contigo. Los pies hechos pinza en la cama, el café por las mañanas, verte desde el pasillo con el pecho desnudo y sol pegándote en la cara mientas riegas la mariguana, tu "gracias, Dani" cuando te llevo el café, tus piernas flacas y duras, los lunares de tu espalda, las marcas en tus mejillas, la comisura de tus labios, Las arrugas de tus ojos, las pestañas de aguacero, la ceja tupida, tu forma de jugar con el gato, tus dedos largos moviéndose acompasadamente en el teléfono, tu lengua jugando con la mía, tus sonidos mientras me coges, el ruido que haces cuando te vienes, tus ojos sonrientes cuando me miras, la emoción en mi estomago cuando te voy a ver (que se hizo palpable las últimas semanas de mi vida contigo, innegable señal de que te quería más de lo que yo quería aceptar), el sonido de cuando llegabas: la puerta al abrirse abajo, los pasos sobre la escalera, la llave dando la vuelta, la puerta abriéndose y cerrándose y el hueco de aire que hacía que la puerta de mi cuarto se moviera. Yo despertando, tú entrando a mi cuarto con un "Dani, ya llegué", tus pasos descalzos sobre el piso laminado y tu cuerpo caliente junto al mío en la cama. 

Creo que nunca me había sentido así. 

La cosa es que al final dejó de ser bonito.  Las esperas se volvieron ansiosas y angustiantes: no saber de ti y no confiar en ti. Saber con completa seguridad que me ibas a dar en la madre. O que yo me di solita en la madre. El insomnio, la ansiedad y el dolor. Los mínimos sonidos que yo confundía con la puerta y que no eras tú. Tú estabas en otro lugar, en otra cama, en medio de olor a tabaco y alcohol, besando otra boca que no era la mía. Y yo lo sabía. Algo adentro de mí sabía cuándo mentías. ¿Por qué mentiste? ¿Por qué? 

Ahora escucho unos nuevos sonidos. Me los cambié. Decidí cambiármelos porque los de esa casa que amé tanto ya solo me traían angustia. ¿Qué clase de amor se vive así de enojado, de doloroso, de angustiante, de ansioso, de desconfiado? Me quiero tanto que no quiero esa clase de amor en mi vida y aun estoy en el proceso de comprenderlo. 

Estoy viviendo este dolor como si la herida estuviera en carne viva. Trato de no saber cómo estarás o que estarás haciendo porque duele. 

Estoy intentando acostumbrarme a los nuevos sonidos de esta nueva casa: el de la tetera que chilla cuando el agua está lista, el de la lluvia de temporada, el del pedaleo de la bicicleta, el de los belgas hablando, el del guateque de los vecinos sobre el callejón, el del viejito de enfrente barriendo, el del señor que entra a vender tortillas y chicharrón. Acostumbrarme a este sonido del zaguán que se abre, yo corro a ver desde mi ventana para saber quien llegó, pero lo hago por mera curiosidad: la puerta se abre. Ya no te espero a ti. 


11.7.15

Sueños y pesadillas

Últimamente sueño mucho. A veces pienso que tiene que ver con tranquilidad o con lugares nuevos. Normalmente tengo estos periodos tan fértiles en sueños cuando me cambio de casa o cuando estoy de vacaciones... Seguro hay alguna explicación para ello. 

Anoche soñé que una víbora quería picarme. Soñé con Beto y con que volvíamos a hablar. Soñé que no entregaba un presupuesto a tiempo. 

Quizá fueron todas mas bien pesadillas... 

3.7.15

Insomnio

Anoche no pude dormir. Alcancé a conciliar el sueño entre pesadillas pasadas las tres de la mañana. 

Pensaba en ti. En mi enojo. En el tuyo. En el dolor. En la imposibilidad de perdonar. En los celos. En las palabras que hirieron hasta lo más profundo. En tu mamá y su "discúlpame por no haberlo criado mejor". En nosotros. En el gato. En ti. En mí. En la ausencia. En la nostalgia. 

A veces me consuelo viendo fotos de nuestro andar juntos. Fue bello. Nos la pasábamos bien. 

Estos textos quedaran de constancia de este momento para superar este trance tan doloroso en mi vida. 

¿Nos volveremos a encontrar? Estoy segura que sí. No sé cómo ni cuándo ni cómo, pero sé que sucederá.