18.10.11

Paula, Recetas y Cajones.


Anoche terminé Paula por segunda vez. No entiendo mi elección en este punto de mi vida... quizás creí que así podría dejar ir de la misma manera en la que Isabel dejó ir a su hija. A unas pocas horas de haber terminado el libro, con el corazón estrujado y en medio de un dolor insoportable en el pecho y en las entrañas, no sé si fue la mejor elección. 

La primera vez que lo leí, igual lloré. Lloré en varias partes del libro y disfruté la historia misma, esa autobiografía tan deliciosa en medio del realismo mágico y la descripción tropical de los sucesos. Me gusta mucho, qué le vamos a hacer, habrá a quien lo le guste. A mí me transporta. Pero siempre que llegaba el momento de hablar de Paula y de su recuperación, de la posterior desesperanza, del dejar ir sin dejar ir del todo... Allí era cuando yo me deshacía. Me recuerdo en la cama de mi abuela (tendría unos 18 años), leyendo ese libro y pensando en qué sucedería el día que la perdiera a ella, la presencia más constante, importante, amorosa y mágica de mi vida. Eso también me hacía llorar... Imaginar mi vida sin ella. Lloré también por esa madre que perdía a su hija, de a poco. La perdía en su inteligencia, en su recuerdo, en su presencia... Hasta quedarse simplemente con un cuerpo inerte y vegetal y sin dejarlo ir del todo. 

Esta vez, fue completamente diferente. Han habido 3 pérdidas muy difíciles en mi vida (todas por muertes después de prolongadas y desgastantes enfermedades). Han habido pérdidas de amores, desprendimientos de cosas materiales que bien que mal, también me dolieron mucho y cambiaron mi vida en todo sentido. Son cosas que no puedo cambiar, pero que no dejan de doler. Las últimas páginas, fueron las más difíciles. Veía a Isabel dejando ir a su hija y me veía a mi, envuelta en el dolor y en esa energía tan fuerte, dolorosa y agotadora que es la muerte. Me puedo ver intentando aliviar a mi abuelo de sus dolores de cáncer, me recuerdo en la depresión del "si yo hubiera" cuando la muerte de mi tío", me veo negando la inminente partida de mi abuela cuando yacía en su silla de ruedas sin ser la mujer que yo conociera desde pequeña. SI me esfuerzo bien, recuerdo hasta los más nimios detalles. Todos duelen. Los bonitos y los feos. Los bonitos duelen porque ya no los tengo más, porque se fueron al fondo de mi nostalgia y se despiertan con un olor, o una mirada fugaz, o una palabra... Los feos duelen porque el dolor de la gente que amamos y que no podemos aliviar siempre es el peor de todos. A donde quiera que estén, todos los que se fueron, ya están bien ahora... Pero nunca nos enseñan a dejar ir. A través de la vida nos enseñan a dar bienvenidas, pero nunca adióses.

El otro día cocinando me acordé de ella y me di cuenta de todas las cosas que tengo de ella en mi cabeza. El quitarle los corazones a los ajos, o el toque de orégano en los nopales, o los chambaretes en el punto perfecto de cocción, me di cuenta de la magia que me transmitió a través de la comida, ésa donde de toda la familia soy la única que heredó su sazón con sólo observarla. Observándola fue como descubrí que la cocina es una cosa de dejarse llevar, de bailar al compás de las ollas y de admirar como se mueven los sabores sobre las sartenes, es una cosa de sentir como se elevan los olores por las paredes de la cocina y de agregar las pizcas de sal, pimienta y especias que más nos parezcan adecuadas, sin recetas específicas, sino dejándose llevar y disfrutando uno de los procesos más sublimes y mágicos, que es la creación de comida para la gente que más amas. Así me enseñó mi abuela a amar su cocina. Ahí mismo fue donde me di cuenta que las historias de amor van más o menos así: no hay recetas. Uno se deja llevar, uno baila al compás de la vida, uno admira las nubes que se le forman al rededor, uno guarda los momentos y los olores en las partes más importantes de la mente para después poder recordarlos con nostalgia. Uno salpimenta como le da la gana, como le parezca más rico, como se le antojan a las pizcas de los dedos, todo a los tiempos que le dicta a uno el corazón, cuando sentimos que el hervor es el correcto y cuando los minutos parecen suficientes. Así también son las historias de amor. Las de los que amaron a los amores convencionales de las madres y a los que los sustituimos sin querer por los de las abuelas. Los amores de pareja, esos que inician con una mirada o los que inician con una amistad o con sexo casual. Así son los amores que sentimos por las cosas que nos apasionan, cuya chispa se prendió en nuestras cabezas en algún punto casi irreconocible de nuestras vidas. Así es el amor, todo sin receta. Y supongo que así son los adioses también. 

Tanta bruma y tanta carga y tanto dolor y tantas lágrimas y tantos adioses... que dejé de ver la luz, dejé de ser yo y me convertí en otra e hice lo peor que podía hacer: me hice la fuerte, la que podía sola, la que es muy chingona, la que lo carga todo sobre sus hombros y no pasa nada... Y como en la analogía del roble y el bambú; fui roble y me rompí. Y ahora, que estoy allí, rota, ya no sé cómo hacerme bambú de nuevo. Lo fui por unos meses hasta que... murió Albert y el mundo que con toda delicadeza fui construyendo, se me cayó encima. Pasé semanas intentando pegarme, a solas, lamiendo heridas, desgarrada en las noches en medio de llantos incontenibles... Y un día supe que ya no iba a poder más. Que sola no podía y que la bruma era demasiada para ver claro. Fue un miércoles en el que decidí que ya no podía. Y busqué  ayuda. Y volví a  terapia. 

Me senté en ese sillón negro de cuero con la Marú frente a mí , con la cajita de Kleenex al lado y de nuevo roble, intentando no llorar. En algún punto la Marú, con su voz delicada me señaló la caja de Kleenex, cuya existencia había yo olvidado. Y entonces sentí que tenía que contarle todo. Se lo conté todo, así; en orden y en desorden. "Tienes todo identificado, sólo te falta acomodarlo. Vamos a trabajar la pérdida. Son muchos pedazos de Dana que nos falta unir". Claro que tengo todo acomodado, Marú. Si tenía meses con estas ideas en la cabeza. Si sé perfectamente qué es lo que me duele.... Lo único que pasa es que no sé dónde acomodarlo todo. ¿En qué cajones de mi cuerpo lo meto todo, Marú? Y me acuerdo de Dalí y de sus cajones. Así estoy yo, Marú. Con los cajones abiertos y la ropa de dentro regada por todos lados... y he estado intentando recogerla, Marú, pero ahora ya olvidé como almidonarla y cómo doblarla. Quiero que me recuerdes cómo hacer tal cosa, Marú. Me costó tanto llegar aquí, a este sillón de cuero. Me costó tanto aceptar que no era tan fuerte como creía y que me rompí. Me cuesta tanto aceptar que hay cosas allí de toda la vida, de mi infancia y de mi adolescencia que me duelen y afectan al día de hoy, me da pena aceptarme vulnerable, débil, ¡Como si fuera algo de qué avergonzarse! Me da miedo darme cuenta de a ratos soy una Dana que no quiero ser. Entonces, hagamos una cosa, Marú: guardemos todo en los cajones, de a poco, uno por uno. "Podemos empezar por la muerte, por tu abuela, por la culpa, por tu madre, por tus relaciones de pareja".



Ya sé por donde voy a empezar en la próxima sesión, Marú. Fue lo único que no te conté. 

P.D. Se que en este tortuoso camino de las pérdidas uno se puede volver loco. Como mi abuela, que en esos últimos momentos de su vida concebía la muerte como el único escape, porque ya no era ella. No me engaño, sé que estoy en esa posición de sentir que he perdido demasiadas cosas. Quiero decir adiós, para poder dar bienvenidas. Lamento profundamente haber herido a tanta gente que no ha sabido entender mi loco proceder. He optado por encerrarme en mí a acomodar cajones. Espero con ansías el día que termine para poder retomar las cosas justo donde las dejé.


Estoy pensando mucho en Figueres. 

11.9.11

A casi 5 meses

La sensación en mi pecho cuando veo tus fotos (las de cuando te conocí y las de ahora) es indescriptible. Es una mezcla rara de impotencia, amor, incredulidad, miedo, dolor... Todo.

Estás por cumplir 5 meses de edad, mi Daya, y resulta increíble que teniendo tan poquitos meses de edad lucharas con tal ahínco por tu vida. Me conmuevo toda: miro las fotos de una piel que no parece tuya porque te miras falta de carne, esos ojos se ven demasiado grandes para las cuencas que los portan. Hoy, a 4 meses de ese episodio que puso a prueba a todos, y especialmente a ti, hay momentos en que no puedo creer que te tengo en brazos, que superaste la prueba más grande que puede superar cualquier ser humano. Te miro y me resultas la niña mas hermosa del planeta entero. Ahora sí, todos tus rasgos son perfectos: tus mejillas rollizas, tus labios rosados, tu naricita redonda, tus pestañas chinas, tus enormes ojos grises, tus cabellos castaños que al sol parecen casi dorados, tu fortísima forma de patalear, tus bracitos siempre en movimiento, tus manitas siempre buscando, tu mirada inquisitiva, tus oídos siempre atentos, tu insaciable hambre (que prefiere por mucho las frutas antes que a las verduras y tu madre termina obligándote a comer las papillas de chayote y zanahoria)... Todo se acomodó. Hoy todo en ti es perfecto. Eres una sana, cachetona y preciosa bebé de casi 5 meses de edad, con 7 kilos de peso y talla de bebé de 1 año... You kick other babies asses, basically.

¡Toma eso vida!

Felicidades, mamu hermosa.

Te ama, tu tía Dana.


-- Desde Mi iPhone

23.8.11

El Duende Memo

La Quinta Tetepanguito está llena de fotos. Las fotos no pasan desapercibidas al ojo que llega por primera vez al lugar... lleno de plantas, fotos, libros y recuerdos. Quizás para los visitantes constantes ver estas fotos no es cosa habitual. Pero están allí, para recordar momentos y recordar a la vasta familia. Se llama Quinta TETÉpanguito por dos cosas: Tetepango (el lugar en el que se encuentra) y Teté por doña Esther , "Teté" como le dicen de cariño. Se decidió que el amor que don Gustavo siente por las dos cosas (la Quinta y su mujer) se resumiera en ese nombre. La Quinta es un terreno amplísimo lleno de jardínes, árboles frutales, plantas y caminos para recorrerla toda. La casa está en uno de los extremos, enmarcada por un jardín interior. Es una casa reconstruida a partir de una casa de los tiempos de la Revolución (se dice que debajo de ella se hallan algunos túneles donde solían esconder a las muchachas en los tiempos de guerra).


Hay en uno de los cuartos más iluminados por un tragaluz; 4 libreros, un escritorio y un sillón reclinable donde don Gustavo se sienta a leer por horas. En uno de los libreros, entre él y su mujer se han dado a la tarea de recolectar fotos tamaño infantil de todos los miembros de la familia (4 hijos, 11 nietos, y 3 bisnietos). Doña Esther las coloca todas sobre la puerta de uno de los libreros, por detrás del cristal y a la vista de todo aquel que se pare frente a ese librero.

El otro día, sin embargo, dos de sus nietas se percataron de que faltaban en esa colección de fotos. Allí mismo, mientras comían un delicioso Mole de Olla fue que abrieron sus bolsas y regalaron a los abuelos las únicas fotos tamaño infantil que tenían en ese momento de ellas mismas.

Doña Esther las tomó en sus manos y las depositó a su lado sobre la mesa y prometió ponerlas en el librero de las fotos tamaño infantil.

Días después las nietas regresaron a la casa de los abuelos para descubrir que sus fotos no habían sido depositadas en el lugar prometido. Cuando llegó el momento de los reclamos, doña Esther, sentada sobre un baúl en ese mismo cuarto iluminado y les dijo "niñas, les voy a decir una cosa" lo dijo quedito, como si se tratara de un grave secreto, con la mirada dura. "Hay un duende en la casa". Dana la miró fijamente y entonces soltó la carcajada "Ay abuela, ¿Pero cómo va a haber duendes? Eso no existe." A lo que doña Esther respondió, con aires de sabiondez "Aunque no lo creas, los duendes sí existen. Pregúntale a tu mamá, ella también tiene uno en su casa". Dana siguió riendo, carcajada tras carcajada. "Abuela... ¿Pero cómo?"

"Pues fíjate que el otro día puse las llaves en la mesita, las llaves del zaguán. Yo recuerdo muy bien que las puse allí. Pues al día siguiente no aparecieron. No podíamos salir y a tu tío Gustavo le urgía llegar al trabajo y las llaves no aparecían. Fue el duende que me hizo la maldad, porque al poco rato las llaves aparecieron justo donde yo las había dejado la noche anterior."

Dana nunca dejó de reírse y entonces le preguntó a don Gustavo que opinaba del duende. Ya imaginaba la respuesta. Don Gustavo y doña Esther son polos opuestos en muchas cosas; ella es fiel seguidora de todas las telenovelas del 2 desde tiempos inmemoriales y él se repugna con todas ellas, por ejemplo. ¡Ya parece que don Gustavo se iba a creer el cuento del duende! Cuando Dana realizó la pregunta, don Gustavo contestó en tono sarcástico. Se burlaron juntos de la abuela y del duende. Doña Esther ardía en furia y los dejó burlarse a gusto no sin antes agregar "ya te dije que no te burles de mí, Gustavo" con esa mirada de advertencia que tienen las mujeres y que no admite repelo alguno. Sólo hasta entonces su risas se convirtieron en sonidos apagados. Lo dicho: la mirada no admitía repelos.

Días después y en medio de una comida familiar el duende y la desaparición de las fotos seguían siendo tema vigente. Resulta que el duende ya tiene un nombre: es el Duende Memo. Pues sí, por la falta de MEMOria de la abuela. Ese día en la mesa, fue la burla de todos. Volvió a echar la mirada asesina, pero en esta ocasión nadie paró. Sin embargo, fue justo en ese momento en el que Dana sintió cierto sentimiento de culpa por burlarse de una de las más firmes creencias de su abuela. Don Gustavo estaba en medio de una carcajada burlándose de su mujer cuando Dana atinó a decir:

"Bueno, abuelo, hay quien dice que tu dios también es un amigo imaginario".

Las risas y sonrisas cesaron.

Bueno, no.... yo me sigo riendo.

5.8.11

Pinches melómamones, déjennos ser.

Uno de los momentos que más amo es cuando agarro el reader (ya sea desde el iPhone o desde mi cuenta de Google) y me pierdo en medio de mis blogs favoritos. Hay algunos que no tengo ni puta idea de quien los escribe, pero igual me los chutó. Por ejemplo, uno que se llama "Mis Historias y mis Modafoquers" (que seguro está en mi scroll) que leo como esas señoras que ven la novela de las 9. Me quedo picada desde que conoció a Blondie y se enamoró y se fueron a vivir juntos y se fueron de viaje a Europa. En cuestión de unos pocos meses. Es ahí cuando pienso que en las historias de amor las reglas y los "ir muy rápido" valen madres. Uno se deja llevar y ya.

Y yo de música sé muy poco, pero leo a Maira Colin bien pinches emocionada. Su blog se llama Palabras Chacales y uno de sus últimos posts donde linkea un post de Daniel Krauze me recordó un episodio del sábado y por qué yo también odio a los melómamones y prefiero NUNCAJAMÁS hablar de música. Resulta que el Uyuyuy (el hombre que por estas fechas ocupa mi cabeza después de muchos meses de una soledad feliz, completa y autoimpuesta y que optó por hablarme bonito) puso una actualización de estado pitorréandose de los asistentes a un festival de música llamado ITLAFEST (llamado así por una universidad hidalguense patito) cuyas bandas principales fueron Zoé, Kinky y los Concorde. Yo, muy fiel a mi estilo, utilicé mi más lindo sarcasmo para sugerir que yo había ido a tal festival y que la había pasado de puta madre y que muy seguramente él criticaba el evento porque no había podido ir por su Salmonelosis (enfermo está, así es). Obviamente me reí, pero entonces en los comentarios intervino una mujer y dijo más o menos así: "qué tal la mona esta que viene a decirte envidioso a ti. Jajajaja. Pobrecitos, con que poquito se emocionan cuando yo hace 15 días con tan sólo 30 personas conocí a ______ y a ________" (sepa la madre quien son, ni me acuerdo... Pero seguro eran músicos harto famosos, porque ella lo dijo muy ufana). Yo contesté bien amable. "La mona se llama Dana" (ahí arribita decía mi nombre y pensé que o era ciega o no sabía leer, cosa que era físicamente imposible dado que usaba Facebook) y "yo respeto los gustos musicales de la gente. La música es como la belleza: subjetiva". La fulana igual no me bajó de pendeja porque le dijo al Uyuyuy por Twitter "dile a tu amiga que deje de escribir, ya no sé si reír o llorar". JAjajajaja ahora que lo pienso pues... Qué risa, ¿No? La amiga del Uyuyuy es lo que viene siendo una Melomamona. Y si hay algo que no tolero es a la gente intolerante. ¿Neta "pobrecitos" porque les gusta Zoé? ¿o "pobrecitos porque a ti no te gusta? En verdad no entiendo a la gente que minimiza a otros por la música que escuchan. ¡Weeeeeey! Si el reggaeton los hace vibrar tanto como tú vibras con tu música virtuosa pues... ¡Qué chingón! (me parece que tengo un post justo de eso. Por eso, como todos se sienten melomanos (y la gran mayoría melómamones) yo no digo nada de música. Total, lo que los haga felices, manos. Aparte que, a mí hay unas cumbias que me ponen bien "acá", unas de Lucerito que berreo, luego que siento muy hipster con unas deThe XX, el Uyuyuy me dedicó una de Calle13 que me encantó, las de la Da'lessio tienen un punch increíble, cuando ando triste escuchó Air Supply, no me gusta U2, conocí a Los Beatles en la primaria en clase de inglés con la Miss Yola, me siento como en drogas con Wish You Were Here y amo cantar y bailar las de la Sonora Santanera y Sonora de Margarita ¡¿Y QUÉ PEDO?! Pinches melómamones, déjennos ser.

Del pedo que tuve con el Uyuyuy mejor ni hablamos, todavía no me repongo. Y como es una historia que ni ha terminado (ni empezado, por lo que puedo ver), prefiero no hablar de ella hasta que pase alguna de las siguientes: a) lo cuento con una sonrisa en la jeta o b)lo cuento con una sonrisa en la jeta precedida de lagrimas. Ya se verá.

Me fui a Puebla hace unas semanas. Pasé junto Popo y nunca lo vi. Fue hasta que íbamos saliendo de la ciudad y nos perdimos que fue que lo vi. Qué bonito sentí. Últimamente me doy cuenta que lo mío, lo mío es la flora, la fauna qué. Pasé todo junio en Sinaloa y me embebí de mar, de montañas y de arboles. Nunca vi playas tan vacías y después de experimentar tal cosa he decidido que no regresaré a las playas atiborradas de turistas. Ya no. Tomábamos carretera y yo no podía hacer más que ver arboles. Me sorprende siempre los colores que la naturaleza da para que uno se deleite. El verde de las hojas, el café de los troncos y las ramas, y el rojo o morado o amarillo o (usted escoja el color) de sus flores. No podría jamás describirlo con palabras. Y ¡Qué bonito es Sinaloa! (lástima por lo feo, pero como ya es en todo el país, mejor ni decir nada). ¡Aaaaah! Y las montañas. Puedo pasar horas mirando montañas... Observando sus laderas, sus formas, sus arboles, sus rocas, las nubes que se mueven arriba de ellas, imaginando historias de miles de años sobre su gestación... Y cuando me doy cuenta ya estoy en paz y sonriendo, ¡Por unas montañas! ¡Hágame usted el favor! Pero no me da pena, al contrario; me encanta la paz interior que siento cuando hago esos viajes en mi cabeza... Y amo la Dana en la que me convertí.

(en mi último post de Milenio hablo justamente de un día maravilloso que pasé en San Carlos, Sonora. Me parece que en el próximo hablaré de un gran tipo que conocí aquí en Pachuca que se dedica con todo ahínco al desarrollo sustentable).

A veces se me olvida bloggear en el de Los Limones, pero siempre resulta delicioso hacerlo.

¡Ah! Casi lo olvido: qué chingón es tener abuelos o haberlos tenido y disfrutado. El domingo vi a mi abuelo Gustavo después de 2 semanas de no verlo. Levantó la mirada cuando me vio entrar y me dijo "creí que no vendrías otra vez porque se me hace que ya tienes novio". Raro es decir que uno de mis mejores amigos es mi abuelo. Siempre fuimos amigos, pero no de los mejores. Mi pinche adolescencia fea y mil cosas que nos separaron. De hecho, este blog se llama así por él y por una historia de la infancia. El primer post que hay aquí es enterito de él. El caso es que hace unos 3 años mi corazón decidió buscarlo de nuevo pero no pude estar tanto con él por disfrutar a los abuelos que perdí entre 2010 y 2011. Así es esto de disfrutar cada segundo intensamente con los que sabemos que tienen menos tiempo que nosotros (en teoría). Mi abuelo Gustavo es probablemente el hombre más sabio, inteligente, buen hombre y guapo que conozco. Su único símil en mi cabeza es mi abuelo Andrés y ahí sí no podría escoger a ninguno. Con mi abuelo de repente hablo de economía o de las montañas o de las cosas más intensas y locas y profundas que siento... Y ojo: con muy pocas personas en el mundo lo hago. Así las cosas. Es el hombre más católico que conozco (más que un sacerdote, yo creo) y es casualmente quien más respeta mi ateísmo. Y es como si lo supiera todo antes de que se lo cuentes (igual y es cosa de viejitos). Jamás me llama loca por más descabelladas que suenen mis ideas. Justo eso, el hecho de que me escucha sin prejuicio alguno, es lo que hizo que yo le tuviera la confianza de un amigo. ¡Imaginar que el otro día discutimos del sexo oral y sus implicaciones religiosas! ¡Jajaja! Total que el domingo lo vi y desde que me senté a la mesa, comimos e hicimos sobremesa hizo algo que me sacó muchísimo de onda: utilizó sin cesar frases como: "no mames", "no hay pedo", "ya ni la chingas", "wey", etc. Al principio me reí, después me cayó de extraño y ya por ultimo caí en cuenta de que ¡El hombre hablaba como yo! ¡Me imitaba, pues! Y ya no era padre. Y sí, se escuchaba feo y vulgar, él, un viejito todo propio y guapo y preparado. Y nada... Que llevo toda la semana meditándolo: ¿Así me escucho yo? ¡Aaaaah! Soy una pinche verdulera.

Y nada, en referencia al Uyuyuy y mi continuo duelo por la muerte de mi abuela, me quedo con que el corazón es como tierra fértil: se regenera siempre. ¡Plántele! Apelo a ello.

-

-- Desde Mi iPhone

18.6.11

Ñáñaras en las entrañas


¡Quién iba a decir que la Dana algún día iba a terminar escribiendo de música! 

Quizás sea el único post de música que lean de mí.

Ojo: tengo un ipod, en el iphone traigo música, todas las mañanas amanezco con mi música programada (a veces feliz, a veces triste), pongo música en el coche, escucho música cuando camino, me gusta seleccionar música según mi humor para el yoga, luego curioseo cuando la gente postea al respecto... Tengo playlists varias: una con lo más nuevo, "la chilladera", "little sad ones", "cumbias y nacaradas" (sobre todo pa' las fiestas o cuando tengo ganas de rumbear), "Lupita D'lesseando" (ay, en serio no necesito decirles qué trae ésta), "Música para coger" (mera fantasía, porque es una lista que nomás uso cuando fumo alguito, o ando muy zen y la estoy guardando para el hombre con el que valga la pena usarla),  "Favs favs favs" (que cambia cada cierto tiempo, por supuesto) y así. A veces me harto de las listas, las borró con un botonazo y me doy a la tarea de crear listas nuevas. 

Pero no, no soy musiquera (uso ese término porque desde que  lo  leí con "Love Story" y nunca pude dejarlo). Es uno de mis temas vetados. En mis tiempos de profesora nos decían "no pueden hablar de religión, política o fútbol con los alumnos, la gente se apasiona demasiado y puede haber problemas" obviamente a mí siempre me valió madres y hablo de política porque me encanta (al punto de hacer corajes), hablo de religión por mi ateísmo recalcitrante y hablo de fútbol sólo por chingar y reírme de los que se apasionan (además no hace falta ser sabio para ver grandes diferencias entre el fútbol de buena calidad y el de mala calidad). Y entonces... no hablo de música. Desde que tengo memoria la gente se apasiona hasta puntos exasperantes. Con los años descubrí que mientras más se crea virtuosa la gente en el tema, más discriminan si no te gusta lo mismo. Entonces, opté por guardarme mis opiniones al respecto hace muchos años (shoved it up my ass, dirían por ahí). Pero, tomé la postura de escuchar lo que fuera, sin prejuicios. No me importa, me gusta escuchar de todo. Puedo discriminar respecto a mil cosas, pero no respecto a los gustos musicales de la gente. Yo escucho de todo, y soy más cancionera que otra cosa. Si la canción me gusta, la traigo en el ipod. Lo demás me vale madres. Traigo desde Ana Gabriel hasta Led Zepellin (aaaay gooooei, ¡Qué ecléctica!). 

Pero... hoy me replanteo algunas cosas sobre la música y yo. 

Pocas veces he ido yo a conciertos. ¡Vaya uno a saber por qué! A lo mejor un día dije "ay, aglomeraciones, qué hueva" o porque preferí gastar mis pocos pesos en otras cosas, o porque como soy cancionera, no me interesa tanto pagar para ver a un artista. Quién sabe. Nunca pensé en la enorme acumulación de energía positiva que hay en los conciertos. Me di cuenta el otro día que estaba en un barcito muy feíto y tocaban trova (ay qué feo, también), pero la cara de los muchachos que cantaban era de completo éxtasis al cantar sus cancioncillas. Después fui a dar a otro bar muy tranquilito y nice, con sonido envidiable y una pantalla enoooorme; pasaban live 8. Se oía tan fuerte y los aplausos y las cientos de miles de voces cantando al unísono y eso, que de repente y de la nada se me puso la piel chinita y me sentí completamente abrumada. ¡Había olvidado eso de la energía enorme que uno siente al estar rodeado de miles de personas en la misma vibra hipnótica y perfecta! Sin saberme todas las canciones, ¡lo que hubiera dado por estar rodeada de esa energía! Las pocas veces que me ha pasado han sido maravillosas. Y si me ha pasado hasta mediante una pantalla, pinche maravilla que sea en vivo. 

Días después me tocó ver a los haters vs los lovers de U2 en México. A mí U2 no me gusta, pero sólo por la energía y la vibra hipnótica  y perfecta hubiera ido (aparte son como Maná, todos nos sabemos aunque sea alguna canción o pedazos de varias). "Qué chingón", pensé, "por todos los que fueron, por todos los que aman su música, por todos los que los van a ver en vivo y de cerca". Vi las fotos, leí que era un súper espectáculo y me dio envidia. 

Después me tocó que conocí a un músico. Y que nunca lo he visto tocar, pero habla con tal pasión de la música, que se la creo toda. Y conozco a mucha gente que se siente viva por la música que escucha aunque no sepa tocar instrumento alguno. Son fieles devotos de la música que escuchan. Y entonces, con Eugenio me pasó que comprendí que él siente la misma pasión por crear música que la que yo siento cuando escribo. El mismo miedo de enfrentarte a la hoja en blanco, el mismo dudar sobre qué tan bueno eres y puedes llegar a ser, el mismo dejarse llevar una vez que estás sumergido en el proceso de crear algo tuyo. 

Y hay muchas cosas de la música que yo no voy a entender jamás, como por qué hay ciertos pianos que me vuelven loca, o por qué cuando escucho Wish you were here siento ñáñaras en las entrañas o que con la de Cinema Paradiso siempre chillo como una niña desamparada o que cuando escucho las cumbias de Margarita siento el impulso loco de bailar o que con las de Juanga me dan ganas de empedar cada vez o que con las de Michael Jackson siento mucha nostalgia noventera y ganas de cantar o que con la de Kashmir de Led Zeppelin me siento en las nubes o que con las de la Lupe Da'lessio me siento la más poderosa o que...  No puedo explicar por qué a mí me pasa eso con esas canciones en específico y hay quien siente ñáñaras en las entrañas con una de Bronco o chilla con una de La Arrolladora Banda el Limón. La música le da explicación a muchos de los sentimientos que somos incapaces de expresar con palabras. 

Y la música (como muchas otras cosas hermosas de la vida) debería de unirnos, no separarnos. Como en los conciertos.


23.5.11

Dicotomía de la Existencia


(Y el porqué siempre habrá cosas por las cuales sonreír) 

Justo antes de que nacieras yo no me podía a explicar como es que podía amar tanto a esa bolita de carne que eras tú al estar dentro de la panza de tu madre, mi hermana. 

   Cuando tu mamá recién me dijo que te tenía a ti en sus entrañas me puse muy feliz por mí; iba a ser tía. No te voy a mentir, Dayrita. Me entristecí un poco por ella. Me dio pena que no hubiera querido viajar más o estudiar una carrera, pero finalmente y como te lo voy a decir toda la vida mi niña: acá cada quien es responsable de lo que hace y no vale la pena ser infeliz por las decisiones de otros. Tú mamá decidió que ésta fuera su vida y decidió crearte y darme a mí la oportunidad de conocerte... eso, mi nena hermosa, se lo voy a agradecer toda la vida. 

    Los meses que te estuvimos esperando fueron algo complicados, ¿Sabes? Perdimos a tu bisabuelo (el abuelo de tu madre y mío) y lo extrañábamos a cada paso, era como nuestro padre. Es una lástima que no lo conocieras... pero la vida nos demostraría que tú fuiste un regalo de él. No te preocupes, durante toda tu vida sabrás de él y aprenderás a conocerlo y amarlo, porque para tu madre y para mí haber tenido una vida a su lado fue de las cosas más maravillosas que nos sucedieron. El hecho de que tu yacieras en las entrañas de tu madre nos daba esperanzas, ¿Sabes? Porque parecía que en este panorama tan extraño y lleno de dolor por fin habría luz. Así te vimos siempre, Dayra; como lucecita en el camino. 

   Durante los 8 meses que estuviste en el vientre de tu madre aprendí a ser más expresiva... uno de los problemas de esta familia en la que viniste a nacer. Así fuimos criadas, Day. Pero conforme pasaban los meses aprendí a tocar la panza de tu madre y con mis manos te hablaba. Crecías adentro, moviéndote muchísimo. Solía tomar el vientre de tu madre y gritarte "¡Sobrinina!", tu mamá me lo permitía con esa cara de ligera molestia e irritación que ya le irás conociendo... Te voy a decir la verdad, mi niña hermosa: durante esos meses sí sentí un amor creciendo adentro de mi corazón, pero no me caía en veinte... De conocerte, de tenerte en mis brazos y de ser tía. 

   Viniste al mundo un 25 de abril de 2011 a las 11:53 pm. Justo a tiempo para ser un regalo de mi abuelo, que dejara este mundo un 25 de abril de 2010. Justo cuando saliste y los doctores te revisaron, tu madre sólo pudo verte pasar, entonces te midieron y te pesaron (51 cm y 2,500 kg). Entonces te sacaron para que tu padre pudiera conocerte, casualmente tu abuelo Darío andaba por allí y entró a conocerte. Todos los demás estábamos cenando o en alguna otra parte del hospital. Suertudo mi papá que tomó las únicas imágenes que tuvimos de ti por más de una semana. Fueron los primeros en verte. En el vídeo (que seguro te mostraremos muchas veces en la vida) mueves tu cabeza enérgicamente diciendo "hola" a la vida. Tu abuelo y tu padre te hablan, mientras el primero sostiene el celular con las manos. En algún punto de la grabación graba el piso "es que estaba embobado viéndola a ella", dijo tu abuelo. Miras a tu padre, con esos ojillos grandes que tienes y echas algunos quejidos de bebé. Eras hermosa, Day. Muy probablemente tú sientas algún día el amor que yo sentí al verte por primera vez a través del vídeo... fue como una chispita caliente de luz y estrellas y amor que se encendía adentro mío. Todavía no sé cuántas veces vi ese vídeo (seguramente más de 50). Entonces te llevaron con tu madre, abrieron la cobija que te cubría y te enseñaron asegurando que eras una niña, le pidieron que te diera pecho y no pudiste hacerlo, te veías morada. Entonces la enfermera te apartó de su lado y regresó... sin ti. Le explicó a tu madre que no te habías adaptado al ambiente y que estarías en una cama térmica. 

Yo llegué con tu madre horas después y ella estaba un poco inconsolable porque no sabía de ti, ni te había podido cargar o ver bien. Nadie más que tu padre y tu abuelo Darío te habían visto. Las enfermeras no decían nada y el doctor simple y llanamente decía que estás bien. Entonces tu madre me pidió la hora, hizo sus cálculos y decidió (férrea como es ella) que se levantaría pasadas las justo 8 horas de la cesárea para acceder al lugar donde te tenían. Así fue. Se sentó y caminó temprano en la mañana. Aún así no le dejaron verte. 

   No sabes qué días tan horribles, mi niña. A veces con diagnósticos esperanzadores y a veces con un simple "rece". Podíamos pasar de la euforia y la esperanza a la completa desolación en cuestión de unas horas. Han sido de los días más difíciles que he tenido que vivir. No toleraba saber que una cosa tan pequeñita y tan indefensa como eras tú, pudiera estar sometida a agujas, tubos, suero y medicamentos. El dolor que sentíamos todos los que jamás te habíamos visto, que llevábamos semanas esperándote, que queríamos tenerte en casa era enorme. Todos, mi nena hermosa, llorábamos por el dolor que sentíamos al imaginar todas las cosas a los que a tu corta edad te estabas viendo sometida. Fueron los odiosos días de hospital. De estar allí pegados, preguntando por ti, viviendo como autómatas, con un estrés impresionante, un dolor punzante en el corazón y un cansancio que simplemente no dejábamos que nos afectara... Apenas comiendo, apenas viviendo. 

   Entonces pedí a todos aquellos que han formado parte en la vida de tu madre y mía que si creían en dios, le rezaran por ti; que si no creían, orarán, y que si no querían hacer ninguna de las dos cosas, que te mandarán la mejor de las energías. Tus padres se molestaron conmigo y yo en ese momento no supe comprender que lo hacían por el enorme dolor que sentían. Sin embargo, yo guardé en mi corazón todos y cada uno de los buenos deseos que iban dirigidos a ti. Los atesoré como jamás había atesorado nada. Los guardé y entonces no supe qué hacer con ellos. Fue caminando de regreso a casa, en una tarde fresca, con el aire dándome en la cara, que comprendí qué era justo lo que yo podía y tenía que hacer. Entonces corrí a casa, con una desesperación enorme. Comprendí que tu conexión con tu madre es tan intensa que ella era precisamente quien podía mandarte todo lo necesario para que mejorarás. Y que lo único que yo podía hacer era mandarte todas esas cosas que precariamente decidiera guardar en mi corazón durante todas esas horas. Decidí que te lo mandaría todo hasta esa área de terapia intensiva en la que estabas y lo haría hasta cansarme y hasta quedarme vacía... Así fue, niña Dayra. Esa noche me senté y canté el Sutra del Corazón y el Sutra de la Sabiduría. Decidí que ninguna energía negativa entraría en mi ser y que lo único que tendría cabida en mi corazón sería el amor. Nada más valía la pena. Yo no creo en dios, nena. Ni siquiera en ese momento lo hice. Pero oré hasta agotarme y hasta quedarme vacía. Llamé al amor desde todos los lugares de donde te lo mandaban (inclusive de otros continentes) y formé una bola de luz en mis manos, una bola caliente, del tamaño de una pelota de fútbol y entonces, cuando el amor era lo más intenso te la mandé hasta esa incubadora en la que tú estabas. No sé cuántas noches lo hice, niña guapa. Pero recuerdo muy bien que una noche llamé a todos mis muertos (los pocos que tengo) y los junté a todos alrededor mío. Allí estaba mi abuelo Andrés y mi tío Andrés. Les pedí con lágrimas en los ojos que te cuidarán, que hicieran guardia a tu lado, velando por ti. Hicieron más que eso... te trajeron a mis brazos y entonces pude depositar en todo tu cuerpecito todo ese amor que tenía entre las manos (ese mismo amor lleno de esperanza y buenos deseos que viajara de todas partes para ti y sólo para ti) lo deposité en tus pulmones y en tu pancita, porque sabía que era justo allí donde más lo necesitabas. Entonces tuve la plena seguridad de que estarías bien. Nada podía ir mal si mi abuelo Andrés estaba velando por ti. En alguno de esos días intenté hablar con tu madre y hacerle saber que tenía que dejar todo ir para poder merecer el amor que tú le darías. Creo, mi niña hermosa, que no supe usar las palabras correctas. Con el tiempo aprenderás que guardar rencor es uno de los deportes favoritos en el mundo y que es una de las cosas más difíciles de aprender a dejar de hacer simplemente por nuestra condición de humanos. Me sentí un poco frustrada conmigo misma por no haber sabido acercarme a tu madre, pero no desistí. Y no lo hice por ti. Creo que fue entonces cuando vi un cambio increíble en tu madre. No sabes lo orgullosa que estoy de ella, mi niña. No pudiste haber tenido una mejor madre que ella... efectivamente dejó ir y con tu venida al mundo pude ver que aprendió a comprender más a su propia madre. Tu mamá será siempre la mejor mujer que conozcas, Dayra. Verás que tiene sus defectos, pero aprenderás a amarla y a aceptarla justo así. Ella dejó todo ir por ti. Perdonó por ti. Y entonces accedió a la cosa más hermosa que la vida le dio jamás que es amarte a ti y por fin tenerte en sus brazos. 

   Yo no sé que te hizo sobrevivir a las negligencias médicas o al traslado de hospital o a los pinchazos o al hecho que que hasta tu noveno día de vida pudieras por fin comer... Creo simplemente que fuiste tú. Que desde chiquita, muy chiquita, luchaste por tu vida. Espero que así sea siempre. Y verás mi niña guapa... no viniste al mejor mundo, ni a la familia perfecta. En esta vida te encontrarás con cosas horribles, con maldad, con muerte, con dolor, con sinsabores, con... con todo lo malo. Pero entonces, toda la gente que amamos y tu propia pasión por las cosas te harán ver que todo lo malo vale la pena ser vivido, simplemente por ver el otro lado de la moneda. No te imaginas cuánta gente pensó, rezó y oró por ti mientras tú estabas en el hospital... No te imaginas todo el amor que esperaba por ti. Yo, tu tía Dana, no puedo hacer más que amarte mucho, hacer de ti una buena mujer y enseñarte que sí, que hay cosas malas, pero que todas valen la pena tan sólo por el simple hecho de vivir. Tú mi niña, sólo vive. No hace falta más. 




Dayra salió del hospital el sábado 7 de mayo de 2011. Tú llevabas días rezando por ella. Ofreciste tu vida a tu dios a cambio de la de ella. Te fuiste un domingo 8 de mayo por la mañana. Algo me hizo venir a la casa paterna ese día, aún no sé qué fue. Te escuché moverte en tu cuarto y pensé en entrar, pero aún no era hora de levantarte. Me preguntan si no me arrepiento de no haberlo hecho. La verdad es que no. No hay remordimiento alguno en cuanto a ti se refiere. Te amé loca y desenfrenadamente y fuiste la única persona en el mundo (por muchos años) a la cual me permití demostrárselo mediante besos, cosquillas y abrazos. La única, abuela. ¿Cuántas veces te dije "no, tú no eres mi abuela, eres mi mamá"? Y entonces te llenabas de emoción y me decías "Ay hija", sólo eso. Cuando me di cuenta ya no estabas, entré a tu lado, toqué tu frente, abracé a mi padre y lloré en su hombro. Besé tu frente y salí al jardín, temblorosa. Con las horas me cayó el veinte... y me sentí tan mal. Se me fue mi cómplice, mi alcahueta, mi mejor consejera, mi compañera de cama, mi compañera de viajes, mi amiga, mi madre, mi más fiel fan, mi enferma (yo enfermera), mi cocinera la mejor... Eso en tus mejores años. Y aún en tus peores meses fuiste la que llevaba al baño, a la que cambiaba pañales, a la que bañaba, a la que peinaba, esa con la que me sentaba en el jardín (yo leyendo y tu tomando el sol en la silla de ruedas con ese sombrero de paja que te protegía y la Gogó a tus pies dormitando), esa con la que me acostaba a ver la TV, esa que refunfuñaba todo el tiempo por no poder comer lo que se le venía en gana, esa que regañaba por malcriada (cosas de viejillos), esa que daba una lata tremenda, la que quería dormir con mil almohadas a pesar del daño que le hacía, la que con el tiempo se hizo floja. No me importó. Nunca me importó y por eso no me arrepiento un ápice: te di todo el amor que pude darte, jamás lo medí, ni lo guardé. 

   Ahí te va una confesión: Desde muy pequeña y en algunas de esas noches en que compartimos cama, solía quedarme despierta hasta altas horas, escuchando tu respiración a mi lado... lloraba pensando en el día que te fueras y me entraba una angustia horrible al pensar en lo sola que me ibas a dejar por todo lo que significas para mí. Muchas noches que pasé a tu lado, desde mi infancia y hasta mi adultez, esa idea me causaba una angustia tremenda. No imaginaba cuál sería mi reacción el día que eso sucediera... Ese domingo lo sentí de veras. Lloré muchísimo, desconsolada. Me sentí más sola y más huérfana que nunca. Lloré por mí... Tú ya te querías ir, vivías deprimida porque habías perdido a un hijo y a un esposo. Estabas enferma y decidiste enfermarte más. Ninguno de los amores que te quedaban en la vida fue suficiente para sacarte de tu estupor. Algún tiempo estuve enojada por ello, pero hoy sé que así fue como decidiste terminar tu vida. Sé que donde quiera que estés, estás mejor que aquí. Entonces Albert... lloro por mí, porque todavía no sé cómo voy a llenar esos espacios que dejaste tú. El amor y los recuerdos permanecerán inamovibles. Pero... ¿A quién le voy a dedicar el tiempo y las bromas y los besos y los regaños y las risas y el amor y... todo lo que te dedicaba a ti? 

   Confío en mi capacidad de adaptación, abuelinga, esa que tenemos todos los seres humanos. Te voy a extrañar tanto, tantísimo. Te extrañé desde el momento en que te fuiste. Te voy a recordar todos los días de mi vida. Le contaré a mis hijos y a mis nietos de la abuela maravillosa que fuiste, les contaré de la mujer, de la esposa, de la empresaria, de la hermana, de la hija que fuiste. Y hoy, ya por último, te doy las gracias... por la niña Dayra y sobre todo por mí. No tengo como agradecer esos 24 años del amor más puro y más hermoso que jamás tuve. Gracias. 




La dicotomía de la vida y la muerte que tienen maneras muy extrañas de encontrarnos en el camino, pero siempre, siempre, siempre habrá cosas por las cuales sonreír... como cuando tu sobrina sale por fin del hospital o cuando te acuerdas de tu abuela. 


P.D. Para Dayra: Esta canción llegó a mi vida de una manera muy peculiar pero perfecta, cuando la escuché, en uno de esos días de hospital supe que esta sería TU canción y que vivirías para que yo misma te la cantara al oído.


29.3.11

Un San Valentín ¿Azul?


Hoy vi Blue Valentine. La bajé de internet, ya sea por transa o porque en Pachuca los estrenos llegan tardísimo o simplemente no llegan. Aguas, esto no es una crítica de cine ni nada por el estilo, no me considero de esas personas que saben mucho de cine ni tampoco de las que gustan de esos churros hollywoodenses feos. Nomás es un post de alguien que se quedó pensando en muchas cosas de la vida a partir de esto.

Esta semana vi también The King's Speech y fue simplemente maravillosa. No tengo una sola queja. Al contrario, puros comentarios buenos. Me quedé pensado en que las películas que ganan oscares o que tienen cierto impacto en nosotros son esas de gente ordinaria como nosotros o aún más; gente que en realidad existió y que tuvo un evento traumante o doloroso u horrible que de la nada le cambió la vida de maneras inimaginables, hay personas que se quedan en la mierda y por el contrario hay gente que quién sabe porqué, se levanta con chingos de esfuerzos (y lágrimas) y supera el evento traumante o doloroso u horrible. Y entonces es capaz de contar su historia con todo el orgullo, mirar pa' trás y decir: sí, lo logré y qué chingón soy. Y entonces se ve al evento traumante o doloroso u horrible como algo que tenía que suceder para llegar al punto en el que se encuentra uno ahora y saber que todo el viaje valió la pena y que no se le debe a nadie más que a uno mismo. Y bueno, aparte del Colin Firth que se ve más papucho que nunca (grrrr en trajecito de rey, ¡por dios!), sí, aunque le haga de tartamudo irrasible (porque se enoja cuando le quieren echar la mano para quitarle la tartamudez, el reycito). Solté unas lágrimitas, he de admitirlo y no tanto por la película que te deja con esa pinche sensación bien mariguana de "¡Uffff no mames me voy a comer al mundo!", sino porque me acordé de algunas cosas de mi vida y además andaba yo en un momento muy hormonal (¡Ay ajá, pinche ridícula).

Pero bueno, yo ni iba a hablar de esa película sino de Blue Valentine. Sé que mi amiga Cristina (que ve mucho cine) se declaró detractora, pero preferí no leer sus espoilers hasta verla con mis propios ojitos. Si usté piensa que es una película del amorrrs y piensa ir a verla con su pareja en plan bien romántico o es usted un teenager que aún no sabe qué pedo con las relaciones o le gustan los churros hollywoodenses con final feliz... pues no vaya a verla. No es una película de amor, sino una película de una relación predestinada al fracaso simplemente por la juventud de los protagonistas. Me recordó un poco a mí y un poco a mi mamá.

Es la historia de un muchacho y una muchacha. La muchacha (Michelle Williams) tenía hartos sueños (entre ellos estudiar medicina), era bien inteligente, tenía un noviecillo cogelón, vivía en una familia de tintes machistas donde el papá trataba a la mamá con la punta del pie, su único escape era su abuela con quien pasaba lindos ratos. El muchacho  (Ryan Gosslin) huérfano, apenas si terminó la prepa, no tenía grandes aspiraciones más que conocer a la muchacha de sus sueños (bien romántico él), tenía un trabajo mediocre sin mucha expectativa. Muchacho conoce a muchacha y es bien perseverante pa' sacarle una cita y le dice las cosas que siempre quiso decirle a la muchacha de su sueños. La muchacha -obvio- siente re bonito y se embebe. Apenas están en ese proceso de conocerse y enamorarse cuando ¡ZAZ! la muy pendeja queda panzona (entiéndase que se embaraza). No sabe si es del ex noviecito cogeloncito o del muchacho y ya está decidida a abortar cuando ¡ZAZ! El muchachito le dice (entre cagado de miedo y bien romántico) "Pos vamos a casarnos y a formar una familia" y ¡ZAZ! que la muchachita le sonríe así bien enamoradísima. Se casan en una ceremonia bien equis (de esas con la que ninguna vieja de cultura occidental quisiera) y tienen una niña. La historia, en realidad se desarrolla en un Día de San Valentín de ese presente donde la pareja tiene ya mil pedos y se ven con cara de aguantarse un pedo, la vieja no tolera que el wey la toque (¡Y mucho menos que se la coja!) y él entre que está borracho todo el día y que quiere rescatar la relación por aferradote a la idea que es la vieja de su vida. Se les ve desgastados, deprimidos y enojados. Ves ese presente horrible y a la par ves esos pequeños fragmentos de cuando se estaban enamorando, más jóvenes y rozagantes y emocionados y por supuesto mucho más felices y llenos de sueños. Deprimente, sí. Sobre todo si hemos vivido una relación así. Yo veía a la Michelle cuando ya no quiere que el marido la toque y por esta que era yo. Y seguro que somos todas. Esa misma jeta le vi a mi mamá en el peor punto de su matrimonio (años antes de que decidieran divorciarse, por lo que el peor punto fue muy extenso). Al muchacho lo vi en un ex y en mi papá, dizque tratando de salvar la relación pero hundiéndola cada día más.

¡Deberían prohibirnos enamorarnos tan jóvenes. ¡C'mon! A duras penas sabemos qué queremos estudiar, o quienes somos o qué queremos de la vida cuando ya andamos dando las nalgas. A veces uno está tan enamorado que te dicen "nomás la puntita" y ahí vas de pendeja y peor aún dices "ay, qué chingón... voy a tener un bebé con este wey que es el hombre de mi vida". No te fijas en que tienes miles de sueños y metas y que se ven truncadas no sólo por tener un chamaco, si no también por el hecho de que las metas de las dos personas que conforman la pareja son completamente distintas. Si tú aspiras a una licenciatura, maestría y doctorado y de repente la otra persona aspira nomás a limpiar casas... pos como que no. Y no porque esté mal aspirar a limpiar casas (si acaso existe la aspiración, porque ¡Ah como hay gente que nomás vive por ósmosis!) pero normalmente queremos gente con la que formemos un equipo, que esté en nuestro nivel espiritual e intelectual... o corrijo, eso aprendemos cuando tenemos más experiencia a nivel relaciones. Cuando nos enamoramos por primera vez o siendo muy jóvenes juramos que se trata de la persona con la que queremos pasar el resto de nuestras vidas  (pinches ideas románticas que nos meten de toda la vida) no nos fijamos en si en realidad la persona que tenemos enfrente es lo que soñamos para nosotros, si va para el mismo lugar, y miles de etcéteras. Algunos tenemos la suerte de no embarazarnos y seguir nuestras vidas para seguirla cagando en relaciones posteriores... pero hay gente que comete el gravísimo error ese de coger sin condón porque se siente más rico o porque está uno bien enamorado y ¡ZAZ! estás condenado a pasar el resto de tus días atado a una persona de la que estás bien enamorado, pero que no sabes darte cuenta que no es la persona para ti. No te preocupes, los años te lo van a demostrar. Hay quienes le atinan, pero normalmente no es así.



Bottom line: Puede parecer una historia bien triste, pero no lo es tanto. Ya se los ve tan demacrados, cansados, desgastados, deprimidos, uno alcoholicazo y la otra a un paso de la infidelidad que... lo mejor que les pudo haber pasado fue el divorcio. Ya no se ve la parte bonita, esa donde después de divorciados son realmente felices. Pero esa parte la podemos obviar.

Pero por favor ¡más educación sexual para los chamacos!

Algunas cosas interesantes:
-En el minuto 52 cuando con su requinto le canta una canción a Cindy. Uffff, qué bonito canta él, qué felices se ven, cuánto sonríen, qué bonito baila ella y amé sus botas. ¿Qué canción es esa?
-¿Soy yo o cuando ya se les notan más los años las entradas se Ryan Goslin se ven falsas? Ella se ve más llenita y con el cabello corto. Pero oh sí, que gran diferencia a cuando el amor está en su apogeo a cuando ya caen en la monotonía del matrimonio.
-Me gustó el soundtrack
-Qué guapos los dos.

Creo que a mi amiga Cristina le gustan los finales felices. Por eso.

24.3.11

La persona increíble.

El fin de semana de mucho puente lo pasé sumida en una padrísima depresión auspiciada ni más ni menos que por mi SPM. Ojo, no estuvo tan culera como la de diciembre donde me la pasé en mi cama sin bañarme como 2 días y leyendo Millenium 2 (sí, el de la trilogía) y ni esa estuvo tan culera. Antes las depres me daban mucho más feamente. Ahora podemos decir que estoy aprendiendo a controlarme. No siempre con el éxito deseado, pero le echamos ganitas. 

   Ya había yo dicho que eso del autoconocimiento es un camino largo, tortuoso, doloroso y difícil, pero estoy aprendiendo a vivirlo como debe de ser y así aprender lo más que se pueda de mi misma. Mucha gente ve esto del autoconocimiento como egoísmo, pero es que... ¡Hay que serlo! Si uno no es feliz... ¿Cómo va a dar felicidad? Es imposible y casi casi debería ser una ley de la Física. El punto es... aprender a quererme con mis hormonas, a reírme de ellas, a dejarlas fluir. Ahí vamos. 

   Esto de la soltería me ha sentado muy bien. Ahorita estoy leyendo "La Insoportable levedad del Ser" y de repente subrayo párrafos enteros (una costumbre ya esa de subrayar las cosas que me impactan en mis lecturas, quién sabe, tal vez en unos años que relea no entienda el porqué o lo entienda aún mejor), me siento a leer en lugares donde sé que voy a estar concentrada. Estoy aprendiendo a descubrirme y descubrir esos ratos en que estoy inspirada y casi casi meditando. Cuando me doy cuenta estoy subrayando líneas, acto seguido cierro el libro y me quedo meditando profundamente en lo que acabo de leer. De repente siento el aire en mi cara, tocó el libro con las yemas de mis dedos sintiendo intensamente las texturas del papel, miro mis manos, escucho lo que sucede a mi alrededor y cierro los ojos. Por algunos instantes floto.... para regresar a la lectura. Hay libros que a veces caen en nuestras manos de las maneras más raras, aunque siempre hayas querido leerlos, aunque siempre los hayas tenido en lista de espera. Quizás los intentaste leer meses o años antes y no pudiste con las primeras 2 páginas y de nuevo los tienes entre las manos y esta vez no los dejas ir. Al menos así me pasa a mi. Llevo meses intentando terminar Atlas de Geografía Humana y nomás no puedo. No me frustro tampoco, sé que llegará el día en que lo lea con toda atención... por algo será. Los libros, como muchas otras cosas en la  vida llegan en momentos justos. 

   Y entonces me dio el SPM. Anduve ansiosa, needy, paranoica. Me sentí sola. Lo cual es una pendejada, lo sé. Pero... así me sentí. Es de esos días en que nomás necesitas que te apapachen... ¿Por qué no rentaran novios sólo para los días de SPM? El SPM me da aproximadamente una semana antes de que llegue la menstruación. Los síntomas son claros: retención de líquidos e intolerancia a los comentarios que en any given day me resultarían no sólo intrascendentes sino también graciosos. Estos son días en que puedo ir del enojo al llanto en cuestión de segundos (sí, de segundos... ¬¬). Es horrible porque siento una bipolaridad incontrolable dentro de mi. 

   Días antes ya había yo pensado en la conveniencia y hermosura de mi soltería. No pedir permisos a nadie y sobre todo el hecho de que me estoy disfrutando tanto tanto y amo tanto los momentos conmigo que... no sé si quiero invertir tiempo en alguien más. Me estoy conociendo, estoy llegando a conocer como balancearme, como ser mejor persona, como encontrar mis puntos de creatividad, tratando de ser más disciplinada... estoy adaptándome a la nueva Dana. Porque sí, señores. Ésta que leen ahorita no es la misma que leyeron hace uno o dos años, no. Soy otra. Y desde la infancia que no me reencontraba conmigo. Estaba en la adolescencia cuando el difícil divorcio de mis papás, lo que me convirtió en una muchachilla asustada, problemática, rebelde, borracha, desubicada, traumada y con bajísima autoestima. Entonces nunca tuve el verdadero asentamiento ese que tengo ahorita de enfrentarme con mi adultez cara a cara y de ver a lo que me pasó antes y decir "ya, salí victoriosa". Nunca, sin embargo, fui una chavilla normal... siempre le tiré a la sabiondez, precocidad y una suerte de madurez pedorra. No sé, mis instintos protectores derivados de ser la primera hija y primera nieta y los libros que me leí a escondidas siendo una niña. El caso es que apenas estaba saliendo de mi adolescencia, se me viene el divorcio, dejo la escuela, me enamoro del primer pendejo que se me aparece, viene la relación tormentosa, la asquerosa ruptura, la muerte de mi tío y el cáncer de mi abuelo... Y nunca, en ningún momento me había sentado a pensar en qué pedo conmigo. Así, de frente verme en un espejo, analizarme, decirme mis verdades, resignarme y aprender a quererme así... hasta ahora. 

Hace poco (¡por fin!) lo hice, me odié, me enojé conmigo... y luego racionalicé y aprendí a quererme tal cual. Muchos de mis miedos, mis frustraciones y mis traumas vienen de mi infancia, las cosas que vi y que viví. Ya encarando eso es mucho más fácil darse cuenta de las caguizas de ahora y si bien no se pueden remediar ya, se aprende a vivir con ellas y, oh sí, aprender. Bien sobrevalorado eso de "aprender del pasado", pero no es nomás eso, sino decir "no lo vuelvo a hacer porque ya lo hice y vi lo mierda que fue". Sólo así uno aprende de su persona y se quiere tal cual es. Con las malas decisiones y todo. 

Me di cuenta que todos esos años fui el Roble. Y me rompí. Hoy soy bambú... y fluyo con el aire. Me dejó llevar. Es más fácil, más ligero que oponer resistencia. 

Y entonces ¡ZAZ! Me hallé chilloteando por mi soledad. Menuda vieja. Y me dije "pero Dana, ¿No que quieres estar sola?" Bueno, más bien era mi ego herido. ¿Conoce usted la teoría de las velas, querido lector? Sí, esa donde tienes varias velitas prendidas como símbolo de algo parecido al ego y a la necesidad humana de sentirse querido. Uno tiene las velitas para que le den afecto, cariño, oídos, sexo... lo que sea que uno busque. Pues nada... que me ardió saber que una cochina vela se me extinguía. Y dije: ¡pero joder! ¿Cómo que la vela se me extingue si es mi vela la más prendidita, la que más me gusta? ¡¿Y cómo que se me apaga por prender otra vela en otro lado que no soy yo?! Pues sí. Mi ego. Hablaría cosas de la vela y la vela que acaba de prender, pero la mera verdad sería pura ardidez y no, estoy hablando de mi. Pos total que dije: "ni madres. Nomás pasa que la vela se apagó en un momento hormonal de tu mes y te estás poniendo peorcito que de costumbre. Toma las riendas, no hagas pendejadas (como antaño) y regálate algo". Me regalé tiempo con un gran amigo, me regalé un tinte de cabello nuevo, me regalé unas chick flicks con chingos de girl power (recomiendo ampliamente He's Not Than Into You, de mis favs forevah), me regalé chilladera por las pendejadas que vi al sumergirme en las Chick Flicks (limpiaba mis lagrimales nomás), me regalé una micheladita bien rica, me regalé tantito sol y pasto, me regalé una comida con mi abuelo con su respectiva plática (aaaah cómo me nutren esas pláticas donde mi abuelo es de mis mejores amigos), me regalé ratos con mi familia. Y al final, regresé a la civilización el lunes en la noche sintiéndome completamente fuera de lugar. Salí de mi punto ese de confort en el que andaba regalándome cosas. Vino en martes, entre raro y estable. Vi a alguien que no hace más que ponerme en la buena vibra... y entonces me pasó algo MARAVILLOSO. 

   Pasé la tarde con una persona INCREÍBLE. Fuimos a tomar café. Nos sentamos a leer en completa paz. Nos sonreíamos. Y reíamos. Después fuimos al cine (la persona y yo nunca habíamos ido al cine solas). Vimos The King's Speech. La disfrutamos montones. En algún punto de la película IT HIT ME (¡ay, como amo esta frase!). Toqué el corazón de ámbar regalo de mi abuela que casi siempre traigo en el  cuello. La persona increíble y yo hicimos una conexión perfecta y única. Me dijo directamente: "Ámate, ya viste lo bien que lo pasas sola, vales muchísimo. Te estás preparando, eso es todo. Por eso no te has enamorado... Te estás preparando para cuando llegue la persona indicada entonces sí irte de nalgas, por eso no te has ido. El ego vale pa' pura madre. Aprende de tus pendejadas. Aprende a quererte con ellas. Aprende a no cometer ese tipo de pendejadas, sino nuevas pendejadas para que vuelvas a aprender de ellas. Vales tanto. Eres una mujer única. Pero necesitas encontrar alguien que te complemente, que cubra tus necesidades. No puede ser cualquiera. Por eso no te has sentido arrobada, ni en las nubes, ni enamorada. Pero cuando lo conozcas es que vas a saber que estás preparada con sólo verlo a los ojos". ¡Aaaaah, ya sé que esto suena súper chaqueterísimo y barato! Pero eso me dijo la persona increíble y yo se la creí todita. Sin reparos. Toqué el corazón de ambar que está justo a la altura de mi corazón y pensé en todo lo que he cambiado, en la manera en que mi vida es una cosa hermosa... si al menos en mis épocas de llantos incontenibles y tan dolorosos que quemaban el pecho alguien me hubiera dicho que iba a ser tan feliz, no le hubiera creído, pero al menos hubiera sentido esperanza. Esperanza fue lo que sentí cuando Alexis, una mujer que vi sólo una vez en la vida me dijo "tú lo vas a sentir en cuanto lo mires a los ojos" (sí, ya sé que también suena a banalidad barata del Novedades, pero así fue). Así pasan las cosas. IT JUST HITS YOU. Un día de la nada todas las cosas toman forma, los rompezabezas se unen, entiendes perfecto el porqué de los acontecimientos... La Persona Increíble y yo salimos del cine dando brinquitos, nos tomamos de la mano, nos dimos cuenta de lo chingonas que son nuestras vidas, de lo padre que es quererse como nos queremos, cantamos y bailamos en la calle, le sonreímos a los desconocidos, dejamos de tener miedo, nos dimos cuenta que acá nomás se viene a aprender y que de la velita apagada y mi ego aplastadito también se aprende, pa' la otra ya sé qué pedo con las velas y cómo está la cosa. ¡Está bien! ¡Estamos experimentando! ¡Conociendo y conociéndome! La persona increíble me llevó a casa de la mano, me dijo cuanto me amaba (¡Todo el amor! ¡Sin escatimar!) y me dejó en la puerta. Yo sonreía mucho. 

Lo más increíble de La Persona Increíble es que La Persona Increíble es nada más y nada menos que yo. ¡Gracias por la tarde maravillosa! ¡Me estoy enamorando muy cabrón! 

Nota mental: Yo sí creo que antes de cualquier amor de pareja está el amor propio. De allí parten todas todas TODAS nuestras relaciones en la vida. Y el amor, recuerden, implica MUCHAS cosas como aceptarnos con lo bueno y lo malo.  

17.3.11

Política y otras patrañas

La lucha política consiste en simular ante los demás que uno ve el poder con indiferencia. (El seductor de la patria Enrique Serna)


-- Desde Mi iPhone

Ubicación:Escuela

23.2.11

7 días


Nos volteamos a ver, nerviosas. Yo no sabía cómo decirle que a pesar de todo lo que ya le había dicho a lo largo de los meses estaba nerviosa. No es lo mismo en la teoría que en la práctica. Pero al igual que ella, muchísimos más tenían fe en mi. Una mujer, joven, cualquier cosa. Tenía miedo. No podía decirles de repente que prefería irme a casa y dejar las cosas tan mal cómo estaban. Maldita sea la esperanza que hoy se depositaba en mi. Por muchos años vimos esa película Marina y yo, con una emoción indescriptible, porque cuando llegaba la hora del 5 de noviembre (esperado por tantos años), cuando por fin pronunciaba el "remember, remember the 5th of november" y veías explotar al parlamento inglés es que explotábamos nosotras, incrédulas y emocionadas. Si tan sólo mis aspiraciones hubieran sido tan sencillas cómo casarme y tener bebés, hacer la comida y esperar con ansías mis fines de semana dedicados a la familia ¿En qué momento dejé de ser cómo mis hermanas o cómo mi mamá? ¿En qué momento me convertí en esto?

Mientras veíamos los mapas en la pantalla de la computadora y Marina (compañera en todas y cada una de las batallas, en todos mis llantos repentinos, en todas mis dudas), mientras analizábamos todos los puntos de ataque, mientras la veía completamente temblorosa por la emoción fue que me acordé de mi mamá y de mi papá que jamás pensaron en que terminarían teniendo una hija revolucionaría y que rompería con todos los cánones de lo que nuestra familia (una buena familia al inicio del nuevo Milenio)era. No me importó saber de las amenazas o del miedo... Al principio lucharon contra lo que yo era, contra el monstruo en el que los libros me habían convertido, contra todo lo que la UNAM representaba para mi. Mamá trató de disuadirme de todo y me puso en contacto con Pepe, un muchacho que iba totalmente de acuerdo con la idea de lo que ella hubiera querido para mi o para mi hermana. Pero no era lo que yo quería para mi. Pasamos del amor adolescente a la relación seria que temporalmente me alejó de los escenarios que a mi realmente me interesaban; esos dónde yo cambiaba a este país y que siempre me hacían soñar despierta. Cuando ya sumidos en el amor supe (gracias las novelas de amor que me leía por aquel entonces) que había que tenernos confianza fue que le confié mis sueños los más locos e inverosímiles y el río a bocajarro. Sólo supe sonreírle entonces y cuando se retiró a su casa me encerré en mi cuarto a llorar cómo lo hacía Adela Noriega en esa novela de época que mi mamá solía ver. Así me sentí. Pepe sólo me hizo sentir tonta y ridícula, porque una muchacha cómo yo no iba a cambiar nada. ¡Por dios!, me dijo, ¡Pero si eres una niña! ¿Cómo es que se te ocurren esas cosas tan tontas? Y sí, me sentí la más tonta....

   Me creí enamorada y justo cuando más lo estaba es que apareció aquel que me dijo que lo que yo deseaba podía hacerse realidad. Se llamaba Joselo y había vivido por todas partes y había leído todos los libros. Me hizo descubrir a la reaccionaria que ya vivía en mi pero que a los 15 yo había olvidado por un Pepe hijo de vecino. Joselo me hizo ser tan infiel cómo lo había sido Pepe antes y descubrir las partes de mi cuerpo aún inexploradas. Leímos juntos los libros de la clase de política y nos sentábamos a debatir por horas sobre lo que debía o no hacerse en este Estado Fallido llamado México.

   Él había perdido unos tíos y hablaba del gobierno con total candor. Yo no. Yo no había vivido en vida propia nada de lo que se quejaba él, por lo que miraba a las cosas desde lejos y levemente afectada. Sin embargo, cuando caminábamos por las calles es que me invadía una furia que sólo podía acallar con horas de cansancio y sueño. Las calles de mi país estaban llenas de violencia, de levantones, de muerte, de sangre, de secuestro, de pobreza, de droga, de robos... Cuando empezamos a ir a las colonias más pobres de la ciudad fue que me di cuenta en total plenitud. Jamás vi a la mierda y a la miseria tan de cerca. Algunas veces Joselo se sentaba en las banquetas y se tiraba de esos chinos tan hermosos que tenía en la cabeza... algunas lágrimas salían de sus ojos y miraba al cielo. Una de las últimas veces gritó con toda la fuerza que sus pulmones le permitieron cuestionando todo aquello que nos enseñaron de chicos viniendo de familias católicas, el de una familia priísta y yo de una familia panista (cosa que mi papá me reprochó no una, sino varias veces). Éramos Joselo y yo los que subíamos por la montaña más veces que cualquier empleado de gobierno para ayudar en lo poco que pudiéramos a esa gente que se moría de hambre y que aún así hallaba tiempo para ver la novela de las 8. Yo no lo entendía y a pesar de toda la podredumbre y hambre que veía a mi alrededor no podía entender cómo era que la gente se sumía en la más profunda apatía en cuando aparecía Colunga en pantalla. A mi me parecía empresa perdida y me daba cuenta que todo lo hecho con anterioridad era simplemente asunto perdido... Entonces Joselo me abrazaba y me decía que la gente no tenía la culpa, que estas eran las herramientas que se les habían dado desde que nacieran... que así era el entramado social y que más me valía darme cuenta de ello y aceptar las cosas como eran. Me besaba y me calmaba con su tono de voz. Hoy me doy cuenta de que de alguna manera yo le ponía los pies en la tierra cuando planeaba una de esas empresas imposibles... Yo tenía sólo 17 años.

   Lo que vino después importa muy poco. Sólo sé que un día, después de mucho trabajo Joselo era alguien que había logrado lo que pocos políticos por esos años y que iba directo a convertirse en el que lograra el verdadero cambio en este país. Él tenía 28 años y yo 21. Las predicciones de los intelectuales se hacían realidad: a este país lo iba a cambiar la gente joven. Yo no me daba cuenta de nada, simplemente opté por apoyarlo y por ver a través de sus ojos lo que pasaba acá. La gente creía en él. Yo también. Por entonces mis papás no me dirigían la palabra y a mi me importaba poco, porque estaba inmiscuida en el movimiento revolucionario más importante en México en el nuevo Milenio. Íbamos a cambiar al mundo, decía Joselo y en medio de vítores todos lo acompañabamos.

   Entonces lo mataron. Después mataron a mis papás. Luego a mis hermanas. Marina fue la única que quedó de aquello que ellos creían que iban a destruir mi espíritu. Sucedió todo lo contrario. Yo ya no tenía nada que perder... acaso una vida que ya no valía nada. Me dieron el coraje para estar acá hoy.

    Veíamos los mapas y analizabámos todas las situaciones. A nuestras espaldas, en medio de penumbras, hallabanse un grupo joven de programadores, listos con sus macbooks para cualquier cosa que sucediera y prestos a todo. Entraban en todos y cada uno de los portales de gobierno, hackeando e informando. Se acercaba Abril, y más específicamente el 23, fecha que habíamos escogido para el paro nacional. La gente especulaba, quizás escéptica de lo que el movimiento lograría. Pero a nosotros poco nos importaba. O más bien a mi, porque una vez que yo creía en algo, se lo transmitía al equipo, que confiaba ciegamente en mi y en mis discursos, esos donde algunas veces llegué a temblar y a derramar lágrimas de la emoción. Miles de e mails eran enviados a diario, en el gobierno todo tenía que hacerse manualmente ya que nosotros controlábamos todo aquello que pudiera hacerse con máquinas. La gente ya no iba a bancos, la telefonía la manejábamos toda nosotros y era gratis para todo el país. Faltaba justo una semana para el gran golpe. A la disposición del gobierno se encontraban una serie de ingenieros de la vieja escuela que algunas veces nos daban batalla pero la verdad es que los mejores, los más actualizados, los más apasionados estaban con nosotros. Los días siempre terminaban con victorias nuestras y a la par que podían reestablecer sus sistemas, antes de que cayera el sol éramos nosotros los que lo controlábamos todos. Esa última semana fue que cumplí el sueño de quitar las telenovelas. Pusimos a la disposición de la gente los más grandes documentales hechos con la gente más capaz del canal 11 sobre los grandes heroes desmitificados de la historia de México. En el prime time pusimos una serie de programas de analisis, con discursos exactos y justos, cuyo propósito era que la gente despertara, reaccionara y se diera cuenta de que el cambio estaba todo en sus manos. Esa última semana era clave. Ya todo estaba preparado, la gente estaba como el puma ese que se dispone a atacar... presta para el gran salto. Habíamos trabajado tanto el ello, tanta gente había desaparecido y/o muerto... Estábamos listos para el nuevo país con el que soñábamos.


   Marina me miraba con miedo. Contrario a lo que pudiera creerse esos últimos 7 días antes del 23, dormí cómo no había dormido en los últimos 4 años. 25 años era mi edad, aunque las marcas en mis ojos demostraran más que eso. Cuando Joselo recién murió y cuando las amenazas de muerte sobre mis padres, lo único que hice fue llorar. Desaparecí de todos lados, creyendo que así todo terminaría. Regresé el día que me di cuenta que lo había perdido todo y que el movimiento no era yo, sino que el movimiento existía por sí solo. Decidí regresar y retomarlo todo, siendo mujer y siendo joven. Muchos hombres que antes habían sido mis amigos se convirtieron en enemigos y miraban recelosos a cada paso que yo daba. Alguna vez estuve a punto de desistir, pero cuando me daba cuenta, lo único que sentía eran ganas de darle en la madre a todos: a los que habían matado a Joselo, a los que habían desaparecido a mis papás y a los que habían hecho de este país la mierda que era hoy.

   Justo antes de que Joselo muriera fue que logró su unica gran victoria: la legalización de las drogas. Cómo reímos ese día, Hicimos el amor cómo locos y le vi tan eufórico como pocas veces en la vida. El gobierno pensó entonces que allí terminarían las cosas y que con eso nos daríamos por bien servidos, pero la humanidad no funciona de esa manera; uno siempre quiere más y más. Y nosotros queríamos más cada vez. Hasta que fuimos incontrolables.

   ¿Quién iba a pensar que la chavita flacucha esa de 21 años iba a reaparecer al haberlo perdido todo y que se iba a lanzar con aún más candor que Joselo Martínez? Nadie se lo imaginó y he allí la gran táctica y justo la menos planeada.

   Desde hace 4 años que nadie me ve la cara y algunas veces los oigo preguntarse si soy hombre o soy mujer. Pero... es que no soy ninguna de las dos cosas, soy una idea hecha realidad. Las ideas nunca mueren.

   Faltan tan sólo 7 días y Marina sólo atina a echarme encima esa mirada preocupada que tanto detesto. A veces yo también dudo. Pero sé  dudar no está mal y que significa aterrizar para entonces tapar los pequeños huecos dentro de este plan.

   En 7 días empezamos el nuevo país, mis queridos. Y cómo yo ya no tengo absolutamente nada que perder más les valdría hacerse a un lado.




16.2.11

Lo que no es normal es disfuncional.


El otro día fui a casa de mi papá. Volteé a mi alrededor y me dio un ataque de risa. "Esto es lo más cercano a una familia que jamás he tenido", pensé.


Una familia es una papá, una mamá y los hijos. Yo hace mucho no tengo eso. Ni recuerdo cómo era. La familia de Denisse es así. La de Ángel. La de Raúl. La de Beto. La de Eva. La de Oliva. La de... la de muchos. Conocidos y por conocer.


Pero hay familias "anormales" como la del Chino, o la de Madardo, O la de Samantha, O la de Diana, o la de Pepe, o la de Gaby, o la de Bear, o la de Aitor, o la de Natalia... o la mía.


Ese día que nos vi allí, ya metidos en una dinámica, ya casi adaptados a esta realidad, es que me doy cuenta de lo cómoda que estoy en los zapatos en los que estoy parada. Tiene mucho que ver con el hecho de que hoy soy capaz de ver lo hermoso de no tener una familia convencional y aún así querernos y de empezar a crear de la nada un amor fraternal sin compartir lazo alguno de sangre.


Me doy cuenta también de que quiero con todo mi corazón que mis hermanas, mi hermano y mis papás sean muy felices, pero que no puedo buscar la felicidad ajena ni entristecerme de las decisiones que deriven en infelicidad ajena. Lo aprendí después de muchos años de pelearme con mi familia al creer que están tomando decisiones pendejas. Me doy cuenta de que la gente no cambia, no porque no quiera, sino porque no se dan cuenta de lo fácil que es cambiar para mejorar, porque somos humanos y solemos caer en malos hábitos o defectos que luego justificamos con "así soy ¿y qué?" y que está bien. Pero así tenemos que aprender a querer a los nuestros. Porque con una pareja se vale decir "me caga que seas así, bye", pero con la familia no. La familia es un vínculo invisible, indestructible e infinito que nos persigue aunque ya no amemos o nos duela o se vaya o... y entonces, más te valdrá amarlos tal cómo son o a amargarte por ello. Tenemos que aprender a querer a la familia justito cómo es aunque nos cague. Aprendí que a veces es más fácil mantener esos lazos unidos, pero limitados. Limitados al hecho de que nos hace daño estar tanto tiempo juntos o que esa persona que amamos tiene defectos que nos son insoportables y es entonces que hay que pintar rayas que nos mantengan con el mismo amor, pero sin enojos.


Y entonces me hallé pensando en las cosas buenas. Ya no pensé en las malas. No pensé en infidelidad, ni celos, ni mentiras, ni el divorcio (todas características que a mi cómo niña no me tocaba analizar, porque era cosa de mis papás, pero que tomé como propias), no pensé en rencor, ni gritos, ni enojos, ni defectos... Me hallé (sorprendentemente) viendo las cosas con un matiz distinto. En vez de recordar lo malo y criticar lo que tengo hoy, opté por encontrar amor en lo disfuncional.




Mi familia es así: Mi mamá en Mochis con mi hermano, que a la fuerza, por cuidar a mi mamá y por vivir en un lugar lleno de narco se hizo un muchachito de 1.90 de 14 años, consentido, chillón y cariñoso. Mi mamá es una mujer súper inteligente, guapa y trabajadora que a veces anda desorientada y con miedo a la soledad que simplemente no se ha dado cuenta de que tiene que creerse la de quererse pa' saber que es lo que se merece una. Los demás vivimos en Hidalgo. Mi papá es un señor bine noble, medio flojo, que pone excusas sin darse cuenta que si no le viera lo negativo a lo simple tendría más éxito, es un ser bien lleno de amor, pero con dificultad para transmitirlo; deportista, sano y buen cocinero. Dayra es una mujer ya, casi mamá, confundida, que no sabe estar sola, inteligente, práctica, activa, enojona, inmadura que decidió unir su vida a un hombre por siempre a la edad de 21. Dariana es la introvertida, la hermosa, a veces parece superficial, pero tiene una sensibilidad increíble, tímida, inteligente, bien gritona, inoportuna y berrinchuda. Está mi abuela que es negativa, loca, grosera e hipocondríaca pero que tiene un humor involuntario loco loco que me hace olvidarme de lo demás. Mi tía la fake nalgas. Y... cuando me dí cuenta estaba Demián a mi lado. Demián es mi sobrinastro y nuevo agregado junto con su abuela (la novia de mi papá, Claudia). Y Demian es un niño bien inteligente, bien sensible, bien lindo si lo quieres, solitario a veces, que extraña mucho a sus papás. Y Claudia es una mujer sorprendente, a veces repetitiva, pero llena de conocimientos prácticos, que adora a mi papá y lo tiene re bien cuidado.


Caigo en cuenta de que ellos no cambiaron, ni cambié yo, que en teoría soy la misma pero no. Lo que cambió fueron los ojos con los que veía a mi familia, a sabiendas de que sin ser "normal" igual se puede ser feliz. Cambió mi actitud hacia ellos y mi amor se hizo sincero, sin reparar en defectos, rencores o errores ajenos. Los quiero así cómo son. No puedo hacer que dejen de pelear o enojarse, no puedo segurime preguntando por qué mis papás no están juntos o qué pasó, ya no puedo seguir dándome explicaciones de lo que ya pasó. En vez de eso hoy elijo mirar, aprender, y amar lo que me rodea, aunque sea "disfuncional".


Hoy descubrí que en la palabra "disfuncional" también hay amor.


Dedicado a todos mis amigos que no tienen una familia normal y que han vivido una ruptura tan fuerte como es la familiar (por la razón que sea) pero que aún así son de las mejores personas que hay en mi vida. Y dedicado a mis amigos con familias "normales" cuyas relaciones siempre se me antojarán fascinantes  y que siempre soportaron estoicamente mis preguntas raras y mis ojos observantes y curiosos al respecto. Dedicado a las familias perfectas que me hacen creer que aún siendo una familia "anormal" se puede ser feliz.

19.1.11

Caquitas de Hersheys

(basada en hechos reales)

Entramos a casa. Estaba oscura y no queríamos despertar a papá. Escuchábamos sus roquidos a lo lejos (cómo siempre que entramos a las 3 am, fuertes, prolongados, rítmicos). Entonces las pupilas se dilatan, intentando ver más allá de la oscuridad sin gran éxito. Bajamos del auto y sentimos el frío de octubre en la cara. Era octubre y lo recuerdo bien porque en octubre es que se festeja a San Francisco y veníamos de la feria. Algo raro se sentía en el ambiente. La luz de la cocina que era visible desde el patio hállabase prendida y no era cosa rara porque mi papá siempre ha tenido esa costumbre de dejar una luz prendida "así los rateros saben que hay alguien". Pero entonces vimos algo que se movía en la cocina, rápidamente, cómo escondiéndose. Y fue entonces que Dayra se puso tensa. 

-Emmanuel anda allí, ya viste.
-Seguro que anda bien pedo. 
-Pues sí, pero mi papá ya está dormido. 
-Pues... 
-Pinche Emmanuel. 

Pupilas cada vez más dilatadas porque repentinamente se apagó la luz de la cocina. Entramos por el cuarto de atrás (justo a un lado de la cocina). Cruzamos la puerta y podemos oír ruidos nerviosos en la sala. "¡Emmanuel" susurró mi hermana. Nada. Tomamos un vaso de agua, inquietas. Nos mirábamos en medio de la oscuridad con esa sensación que te dice que algo no anda bien. Intercambiamos algunas palabras, intentando pensar en las razones de esos ruidos y de las sombras que vimos recién llegar. "¡Emmanuel!" susurré yo, aunque quizás lo hice un poco más fuerte, porque entonces sí recibí respuesta; una suerte de sonido gutural proveniente del comedor. 

Dayra y yo nos volteamos justo al mismo tiempo, ojos abiertos y con mirada expectante. Caminamos al comedor, sigilosas en nuestros pasos, quizás por miedo, quizás por no despertar a mi padre que hállabase dormido en el cuarto contiguo. Sus ronquidos seguían siendo fuertes y constantes. Traspasamos la puerta  corrediza que separa cocina de comedor y nos quedamos allí paradas tratando de distinguir algo. Nada se veía allí. Entonces vimos a Emmanuel, parado en el resquicio de una puerta que conduce a las habitaciones sosteniendo algo en las manos. 

-¿Qué pasó? Estás bien pedo ¿Verdad?

Emmanuel apenas podía sostenerse en pie, pero alcanzó a balbucear que estaba todo bien. Y después un "ya me voy a dormir". Lo vimos caminar hacia las habitaciones, algo extrañadas, ya que siendo él cómo era, solía recibirnos siempre en medio de abrazos y bromas. Permanecimos allí paradas por unos segundos, cómo tratando de comprender. Y fue entonces que percibimos el olor: un fuerte y pesado olor que inundaba el comedor. Y entonces vi algo sobre una silla, las sillas del comedor de mi papá que antes pertenecieran a mi abuela. No entendí muy bien qué era y trataba con todas mis fuerzas oculares de distinguir por la forma de aquello que estaba en la silla de qué se trataba. Agucé mi sentido del olfato, mientras Dayra seguía un rastro en el piso, cómo pequeñas moronas oscuras a lo largo de todo el piso del comedor. Entonces fue que decidí acercarme más al cúmulo de "algo" y me incliné hacia él, con la nariz buscando respuestas. En el justo instante en que Dayra prendía la luz y mi nariz quedó a unos 5 cm del cúmulo fue que el olor me pareció inconfundible... Pesado y asqueroso olor a caca. Y al mismo tiempo que mi olfato se daba cuenta de aquello tan asqueroso mis ojos entendían todo. El cúmulo no era más que una caquita con la forma perfecta de uno de esos chocolates Kisses de Hersheys. Retiré la cabeza no inmediatamente, sino hasta que todos mis sentidos fueron capaces de reaccionar. Entonces fue que pude ver todo el panorama mientras Dayra yacía con la boca abierta analizando la situación de ese comedor antiquísimo...

La historia (que mi mente detectivesca formuló después) era clara. Dos sillas embarradas y restos de caquita yacían por todo el comedor. No hacía falta ser un sabio para darse cuenta que Emmanuel estaba tapado de pedo y que no supo distinguir muy bien la silla antiquísima de mi abuela de un excusado convencional (aunque las diferencias son más que claras). Entonces procedió a cagar sobre una silla. Sobre la otra silla se limpió (si eso es acaso posible) porque se la veía claramente embarrada (no cómo la anterior en forma de perfecto Kiss de Herseys) y posteriormente caminó al baño convencional (es que dejó evidencias indiscutibles como cuando Pulgarcito dejaba las migas para regresar a casa) para lavar sus calzones (suponemos que para este momento ya había caído en cuenta que las sillas de mi comedor no eran un excusado) que dejó tal cual, con la embarrada color marrón allí en medio de una barra de jabón de tocador con Aceite de Oliva que mi papá suele comprar. 

Los gritos de Dayra, las ganas de vomitar, las lágrimas por el comedor, un papá despierto y anonadado son detalles que podemos obviar. 

¡PERO NO MAMEN! ¡¿Tomar y cagarte en un comedor ajeno?! Tienes problemas, chavo.