23.5.11

Dicotomía de la Existencia


(Y el porqué siempre habrá cosas por las cuales sonreír) 

Justo antes de que nacieras yo no me podía a explicar como es que podía amar tanto a esa bolita de carne que eras tú al estar dentro de la panza de tu madre, mi hermana. 

   Cuando tu mamá recién me dijo que te tenía a ti en sus entrañas me puse muy feliz por mí; iba a ser tía. No te voy a mentir, Dayrita. Me entristecí un poco por ella. Me dio pena que no hubiera querido viajar más o estudiar una carrera, pero finalmente y como te lo voy a decir toda la vida mi niña: acá cada quien es responsable de lo que hace y no vale la pena ser infeliz por las decisiones de otros. Tú mamá decidió que ésta fuera su vida y decidió crearte y darme a mí la oportunidad de conocerte... eso, mi nena hermosa, se lo voy a agradecer toda la vida. 

    Los meses que te estuvimos esperando fueron algo complicados, ¿Sabes? Perdimos a tu bisabuelo (el abuelo de tu madre y mío) y lo extrañábamos a cada paso, era como nuestro padre. Es una lástima que no lo conocieras... pero la vida nos demostraría que tú fuiste un regalo de él. No te preocupes, durante toda tu vida sabrás de él y aprenderás a conocerlo y amarlo, porque para tu madre y para mí haber tenido una vida a su lado fue de las cosas más maravillosas que nos sucedieron. El hecho de que tu yacieras en las entrañas de tu madre nos daba esperanzas, ¿Sabes? Porque parecía que en este panorama tan extraño y lleno de dolor por fin habría luz. Así te vimos siempre, Dayra; como lucecita en el camino. 

   Durante los 8 meses que estuviste en el vientre de tu madre aprendí a ser más expresiva... uno de los problemas de esta familia en la que viniste a nacer. Así fuimos criadas, Day. Pero conforme pasaban los meses aprendí a tocar la panza de tu madre y con mis manos te hablaba. Crecías adentro, moviéndote muchísimo. Solía tomar el vientre de tu madre y gritarte "¡Sobrinina!", tu mamá me lo permitía con esa cara de ligera molestia e irritación que ya le irás conociendo... Te voy a decir la verdad, mi niña hermosa: durante esos meses sí sentí un amor creciendo adentro de mi corazón, pero no me caía en veinte... De conocerte, de tenerte en mis brazos y de ser tía. 

   Viniste al mundo un 25 de abril de 2011 a las 11:53 pm. Justo a tiempo para ser un regalo de mi abuelo, que dejara este mundo un 25 de abril de 2010. Justo cuando saliste y los doctores te revisaron, tu madre sólo pudo verte pasar, entonces te midieron y te pesaron (51 cm y 2,500 kg). Entonces te sacaron para que tu padre pudiera conocerte, casualmente tu abuelo Darío andaba por allí y entró a conocerte. Todos los demás estábamos cenando o en alguna otra parte del hospital. Suertudo mi papá que tomó las únicas imágenes que tuvimos de ti por más de una semana. Fueron los primeros en verte. En el vídeo (que seguro te mostraremos muchas veces en la vida) mueves tu cabeza enérgicamente diciendo "hola" a la vida. Tu abuelo y tu padre te hablan, mientras el primero sostiene el celular con las manos. En algún punto de la grabación graba el piso "es que estaba embobado viéndola a ella", dijo tu abuelo. Miras a tu padre, con esos ojillos grandes que tienes y echas algunos quejidos de bebé. Eras hermosa, Day. Muy probablemente tú sientas algún día el amor que yo sentí al verte por primera vez a través del vídeo... fue como una chispita caliente de luz y estrellas y amor que se encendía adentro mío. Todavía no sé cuántas veces vi ese vídeo (seguramente más de 50). Entonces te llevaron con tu madre, abrieron la cobija que te cubría y te enseñaron asegurando que eras una niña, le pidieron que te diera pecho y no pudiste hacerlo, te veías morada. Entonces la enfermera te apartó de su lado y regresó... sin ti. Le explicó a tu madre que no te habías adaptado al ambiente y que estarías en una cama térmica. 

Yo llegué con tu madre horas después y ella estaba un poco inconsolable porque no sabía de ti, ni te había podido cargar o ver bien. Nadie más que tu padre y tu abuelo Darío te habían visto. Las enfermeras no decían nada y el doctor simple y llanamente decía que estás bien. Entonces tu madre me pidió la hora, hizo sus cálculos y decidió (férrea como es ella) que se levantaría pasadas las justo 8 horas de la cesárea para acceder al lugar donde te tenían. Así fue. Se sentó y caminó temprano en la mañana. Aún así no le dejaron verte. 

   No sabes qué días tan horribles, mi niña. A veces con diagnósticos esperanzadores y a veces con un simple "rece". Podíamos pasar de la euforia y la esperanza a la completa desolación en cuestión de unas horas. Han sido de los días más difíciles que he tenido que vivir. No toleraba saber que una cosa tan pequeñita y tan indefensa como eras tú, pudiera estar sometida a agujas, tubos, suero y medicamentos. El dolor que sentíamos todos los que jamás te habíamos visto, que llevábamos semanas esperándote, que queríamos tenerte en casa era enorme. Todos, mi nena hermosa, llorábamos por el dolor que sentíamos al imaginar todas las cosas a los que a tu corta edad te estabas viendo sometida. Fueron los odiosos días de hospital. De estar allí pegados, preguntando por ti, viviendo como autómatas, con un estrés impresionante, un dolor punzante en el corazón y un cansancio que simplemente no dejábamos que nos afectara... Apenas comiendo, apenas viviendo. 

   Entonces pedí a todos aquellos que han formado parte en la vida de tu madre y mía que si creían en dios, le rezaran por ti; que si no creían, orarán, y que si no querían hacer ninguna de las dos cosas, que te mandarán la mejor de las energías. Tus padres se molestaron conmigo y yo en ese momento no supe comprender que lo hacían por el enorme dolor que sentían. Sin embargo, yo guardé en mi corazón todos y cada uno de los buenos deseos que iban dirigidos a ti. Los atesoré como jamás había atesorado nada. Los guardé y entonces no supe qué hacer con ellos. Fue caminando de regreso a casa, en una tarde fresca, con el aire dándome en la cara, que comprendí qué era justo lo que yo podía y tenía que hacer. Entonces corrí a casa, con una desesperación enorme. Comprendí que tu conexión con tu madre es tan intensa que ella era precisamente quien podía mandarte todo lo necesario para que mejorarás. Y que lo único que yo podía hacer era mandarte todas esas cosas que precariamente decidiera guardar en mi corazón durante todas esas horas. Decidí que te lo mandaría todo hasta esa área de terapia intensiva en la que estabas y lo haría hasta cansarme y hasta quedarme vacía... Así fue, niña Dayra. Esa noche me senté y canté el Sutra del Corazón y el Sutra de la Sabiduría. Decidí que ninguna energía negativa entraría en mi ser y que lo único que tendría cabida en mi corazón sería el amor. Nada más valía la pena. Yo no creo en dios, nena. Ni siquiera en ese momento lo hice. Pero oré hasta agotarme y hasta quedarme vacía. Llamé al amor desde todos los lugares de donde te lo mandaban (inclusive de otros continentes) y formé una bola de luz en mis manos, una bola caliente, del tamaño de una pelota de fútbol y entonces, cuando el amor era lo más intenso te la mandé hasta esa incubadora en la que tú estabas. No sé cuántas noches lo hice, niña guapa. Pero recuerdo muy bien que una noche llamé a todos mis muertos (los pocos que tengo) y los junté a todos alrededor mío. Allí estaba mi abuelo Andrés y mi tío Andrés. Les pedí con lágrimas en los ojos que te cuidarán, que hicieran guardia a tu lado, velando por ti. Hicieron más que eso... te trajeron a mis brazos y entonces pude depositar en todo tu cuerpecito todo ese amor que tenía entre las manos (ese mismo amor lleno de esperanza y buenos deseos que viajara de todas partes para ti y sólo para ti) lo deposité en tus pulmones y en tu pancita, porque sabía que era justo allí donde más lo necesitabas. Entonces tuve la plena seguridad de que estarías bien. Nada podía ir mal si mi abuelo Andrés estaba velando por ti. En alguno de esos días intenté hablar con tu madre y hacerle saber que tenía que dejar todo ir para poder merecer el amor que tú le darías. Creo, mi niña hermosa, que no supe usar las palabras correctas. Con el tiempo aprenderás que guardar rencor es uno de los deportes favoritos en el mundo y que es una de las cosas más difíciles de aprender a dejar de hacer simplemente por nuestra condición de humanos. Me sentí un poco frustrada conmigo misma por no haber sabido acercarme a tu madre, pero no desistí. Y no lo hice por ti. Creo que fue entonces cuando vi un cambio increíble en tu madre. No sabes lo orgullosa que estoy de ella, mi niña. No pudiste haber tenido una mejor madre que ella... efectivamente dejó ir y con tu venida al mundo pude ver que aprendió a comprender más a su propia madre. Tu mamá será siempre la mejor mujer que conozcas, Dayra. Verás que tiene sus defectos, pero aprenderás a amarla y a aceptarla justo así. Ella dejó todo ir por ti. Perdonó por ti. Y entonces accedió a la cosa más hermosa que la vida le dio jamás que es amarte a ti y por fin tenerte en sus brazos. 

   Yo no sé que te hizo sobrevivir a las negligencias médicas o al traslado de hospital o a los pinchazos o al hecho que que hasta tu noveno día de vida pudieras por fin comer... Creo simplemente que fuiste tú. Que desde chiquita, muy chiquita, luchaste por tu vida. Espero que así sea siempre. Y verás mi niña guapa... no viniste al mejor mundo, ni a la familia perfecta. En esta vida te encontrarás con cosas horribles, con maldad, con muerte, con dolor, con sinsabores, con... con todo lo malo. Pero entonces, toda la gente que amamos y tu propia pasión por las cosas te harán ver que todo lo malo vale la pena ser vivido, simplemente por ver el otro lado de la moneda. No te imaginas cuánta gente pensó, rezó y oró por ti mientras tú estabas en el hospital... No te imaginas todo el amor que esperaba por ti. Yo, tu tía Dana, no puedo hacer más que amarte mucho, hacer de ti una buena mujer y enseñarte que sí, que hay cosas malas, pero que todas valen la pena tan sólo por el simple hecho de vivir. Tú mi niña, sólo vive. No hace falta más. 




Dayra salió del hospital el sábado 7 de mayo de 2011. Tú llevabas días rezando por ella. Ofreciste tu vida a tu dios a cambio de la de ella. Te fuiste un domingo 8 de mayo por la mañana. Algo me hizo venir a la casa paterna ese día, aún no sé qué fue. Te escuché moverte en tu cuarto y pensé en entrar, pero aún no era hora de levantarte. Me preguntan si no me arrepiento de no haberlo hecho. La verdad es que no. No hay remordimiento alguno en cuanto a ti se refiere. Te amé loca y desenfrenadamente y fuiste la única persona en el mundo (por muchos años) a la cual me permití demostrárselo mediante besos, cosquillas y abrazos. La única, abuela. ¿Cuántas veces te dije "no, tú no eres mi abuela, eres mi mamá"? Y entonces te llenabas de emoción y me decías "Ay hija", sólo eso. Cuando me di cuenta ya no estabas, entré a tu lado, toqué tu frente, abracé a mi padre y lloré en su hombro. Besé tu frente y salí al jardín, temblorosa. Con las horas me cayó el veinte... y me sentí tan mal. Se me fue mi cómplice, mi alcahueta, mi mejor consejera, mi compañera de cama, mi compañera de viajes, mi amiga, mi madre, mi más fiel fan, mi enferma (yo enfermera), mi cocinera la mejor... Eso en tus mejores años. Y aún en tus peores meses fuiste la que llevaba al baño, a la que cambiaba pañales, a la que bañaba, a la que peinaba, esa con la que me sentaba en el jardín (yo leyendo y tu tomando el sol en la silla de ruedas con ese sombrero de paja que te protegía y la Gogó a tus pies dormitando), esa con la que me acostaba a ver la TV, esa que refunfuñaba todo el tiempo por no poder comer lo que se le venía en gana, esa que regañaba por malcriada (cosas de viejillos), esa que daba una lata tremenda, la que quería dormir con mil almohadas a pesar del daño que le hacía, la que con el tiempo se hizo floja. No me importó. Nunca me importó y por eso no me arrepiento un ápice: te di todo el amor que pude darte, jamás lo medí, ni lo guardé. 

   Ahí te va una confesión: Desde muy pequeña y en algunas de esas noches en que compartimos cama, solía quedarme despierta hasta altas horas, escuchando tu respiración a mi lado... lloraba pensando en el día que te fueras y me entraba una angustia horrible al pensar en lo sola que me ibas a dejar por todo lo que significas para mí. Muchas noches que pasé a tu lado, desde mi infancia y hasta mi adultez, esa idea me causaba una angustia tremenda. No imaginaba cuál sería mi reacción el día que eso sucediera... Ese domingo lo sentí de veras. Lloré muchísimo, desconsolada. Me sentí más sola y más huérfana que nunca. Lloré por mí... Tú ya te querías ir, vivías deprimida porque habías perdido a un hijo y a un esposo. Estabas enferma y decidiste enfermarte más. Ninguno de los amores que te quedaban en la vida fue suficiente para sacarte de tu estupor. Algún tiempo estuve enojada por ello, pero hoy sé que así fue como decidiste terminar tu vida. Sé que donde quiera que estés, estás mejor que aquí. Entonces Albert... lloro por mí, porque todavía no sé cómo voy a llenar esos espacios que dejaste tú. El amor y los recuerdos permanecerán inamovibles. Pero... ¿A quién le voy a dedicar el tiempo y las bromas y los besos y los regaños y las risas y el amor y... todo lo que te dedicaba a ti? 

   Confío en mi capacidad de adaptación, abuelinga, esa que tenemos todos los seres humanos. Te voy a extrañar tanto, tantísimo. Te extrañé desde el momento en que te fuiste. Te voy a recordar todos los días de mi vida. Le contaré a mis hijos y a mis nietos de la abuela maravillosa que fuiste, les contaré de la mujer, de la esposa, de la empresaria, de la hermana, de la hija que fuiste. Y hoy, ya por último, te doy las gracias... por la niña Dayra y sobre todo por mí. No tengo como agradecer esos 24 años del amor más puro y más hermoso que jamás tuve. Gracias. 




La dicotomía de la vida y la muerte que tienen maneras muy extrañas de encontrarnos en el camino, pero siempre, siempre, siempre habrá cosas por las cuales sonreír... como cuando tu sobrina sale por fin del hospital o cuando te acuerdas de tu abuela. 


P.D. Para Dayra: Esta canción llegó a mi vida de una manera muy peculiar pero perfecta, cuando la escuché, en uno de esos días de hospital supe que esta sería TU canción y que vivirías para que yo misma te la cantara al oído.


0 comentarios: