12.7.15

Los sonidos

Temo tener insomnio hoy también. Mis días ahora se dividen entre aquellos en los que me obligo a cansarme tanto que sólo atino a caer muerta en mi cama. Hay otros días en que la ansiedad me acecha con tanta fuerza que salgo, camino, pedaleo con todas mis fuerzas. 

Volví a ver a Hugo y esta vez lo vi sin miedo. Ya no tengo miedo de estar con él porque no me interesa estar con él. Por ahora estamos bien así. Y me escucha y me hace reír y me hace sentir una mujer increíble. Lo veo en sus ojos cuando escucha todas las cosas que tengo para contar. Mi viaje a Chiapas, los paisajes, la bóveda celeste... Mi pasión por lo que hago y mi pasión por el mundo, pasión que hace que la primera (mi trabajo y mi ávidez por cambiar el mundo) no me abrume de manera tal que deje de disfrutar esta vida. Hugo me hizo sentir de nuevo viva y especial. Lo sentí cuando me abrazó tan fuerte (después de años de no verme), que me dolió el pecho. Sentí ganas de llorar. Después me dijo las cosas que hace por mí que no hace por nadie más. Sí, sí que soy especial. Lo sé. 

Eso me hace pensar en las cosas que me hacían sentir especial contigo. Los pies hechos pinza en la cama, el café por las mañanas, verte desde el pasillo con el pecho desnudo y sol pegándote en la cara mientas riegas la mariguana, tu "gracias, Dani" cuando te llevo el café, tus piernas flacas y duras, los lunares de tu espalda, las marcas en tus mejillas, la comisura de tus labios, Las arrugas de tus ojos, las pestañas de aguacero, la ceja tupida, tu forma de jugar con el gato, tus dedos largos moviéndose acompasadamente en el teléfono, tu lengua jugando con la mía, tus sonidos mientras me coges, el ruido que haces cuando te vienes, tus ojos sonrientes cuando me miras, la emoción en mi estomago cuando te voy a ver (que se hizo palpable las últimas semanas de mi vida contigo, innegable señal de que te quería más de lo que yo quería aceptar), el sonido de cuando llegabas: la puerta al abrirse abajo, los pasos sobre la escalera, la llave dando la vuelta, la puerta abriéndose y cerrándose y el hueco de aire que hacía que la puerta de mi cuarto se moviera. Yo despertando, tú entrando a mi cuarto con un "Dani, ya llegué", tus pasos descalzos sobre el piso laminado y tu cuerpo caliente junto al mío en la cama. 

Creo que nunca me había sentido así. 

La cosa es que al final dejó de ser bonito.  Las esperas se volvieron ansiosas y angustiantes: no saber de ti y no confiar en ti. Saber con completa seguridad que me ibas a dar en la madre. O que yo me di solita en la madre. El insomnio, la ansiedad y el dolor. Los mínimos sonidos que yo confundía con la puerta y que no eras tú. Tú estabas en otro lugar, en otra cama, en medio de olor a tabaco y alcohol, besando otra boca que no era la mía. Y yo lo sabía. Algo adentro de mí sabía cuándo mentías. ¿Por qué mentiste? ¿Por qué? 

Ahora escucho unos nuevos sonidos. Me los cambié. Decidí cambiármelos porque los de esa casa que amé tanto ya solo me traían angustia. ¿Qué clase de amor se vive así de enojado, de doloroso, de angustiante, de ansioso, de desconfiado? Me quiero tanto que no quiero esa clase de amor en mi vida y aun estoy en el proceso de comprenderlo. 

Estoy viviendo este dolor como si la herida estuviera en carne viva. Trato de no saber cómo estarás o que estarás haciendo porque duele. 

Estoy intentando acostumbrarme a los nuevos sonidos de esta nueva casa: el de la tetera que chilla cuando el agua está lista, el de la lluvia de temporada, el del pedaleo de la bicicleta, el de los belgas hablando, el del guateque de los vecinos sobre el callejón, el del viejito de enfrente barriendo, el del señor que entra a vender tortillas y chicharrón. Acostumbrarme a este sonido del zaguán que se abre, yo corro a ver desde mi ventana para saber quien llegó, pero lo hago por mera curiosidad: la puerta se abre. Ya no te espero a ti. 


11.7.15

Sueños y pesadillas

Últimamente sueño mucho. A veces pienso que tiene que ver con tranquilidad o con lugares nuevos. Normalmente tengo estos periodos tan fértiles en sueños cuando me cambio de casa o cuando estoy de vacaciones... Seguro hay alguna explicación para ello. 

Anoche soñé que una víbora quería picarme. Soñé con Beto y con que volvíamos a hablar. Soñé que no entregaba un presupuesto a tiempo. 

Quizá fueron todas mas bien pesadillas... 

3.7.15

Insomnio

Anoche no pude dormir. Alcancé a conciliar el sueño entre pesadillas pasadas las tres de la mañana. 

Pensaba en ti. En mi enojo. En el tuyo. En el dolor. En la imposibilidad de perdonar. En los celos. En las palabras que hirieron hasta lo más profundo. En tu mamá y su "discúlpame por no haberlo criado mejor". En nosotros. En el gato. En ti. En mí. En la ausencia. En la nostalgia. 

A veces me consuelo viendo fotos de nuestro andar juntos. Fue bello. Nos la pasábamos bien. 

Estos textos quedaran de constancia de este momento para superar este trance tan doloroso en mi vida. 

¿Nos volveremos a encontrar? Estoy segura que sí. No sé cómo ni cuándo ni cómo, pero sé que sucederá.