23.8.11

El Duende Memo

La Quinta Tetepanguito está llena de fotos. Las fotos no pasan desapercibidas al ojo que llega por primera vez al lugar... lleno de plantas, fotos, libros y recuerdos. Quizás para los visitantes constantes ver estas fotos no es cosa habitual. Pero están allí, para recordar momentos y recordar a la vasta familia. Se llama Quinta TETÉpanguito por dos cosas: Tetepango (el lugar en el que se encuentra) y Teté por doña Esther , "Teté" como le dicen de cariño. Se decidió que el amor que don Gustavo siente por las dos cosas (la Quinta y su mujer) se resumiera en ese nombre. La Quinta es un terreno amplísimo lleno de jardínes, árboles frutales, plantas y caminos para recorrerla toda. La casa está en uno de los extremos, enmarcada por un jardín interior. Es una casa reconstruida a partir de una casa de los tiempos de la Revolución (se dice que debajo de ella se hallan algunos túneles donde solían esconder a las muchachas en los tiempos de guerra).


Hay en uno de los cuartos más iluminados por un tragaluz; 4 libreros, un escritorio y un sillón reclinable donde don Gustavo se sienta a leer por horas. En uno de los libreros, entre él y su mujer se han dado a la tarea de recolectar fotos tamaño infantil de todos los miembros de la familia (4 hijos, 11 nietos, y 3 bisnietos). Doña Esther las coloca todas sobre la puerta de uno de los libreros, por detrás del cristal y a la vista de todo aquel que se pare frente a ese librero.

El otro día, sin embargo, dos de sus nietas se percataron de que faltaban en esa colección de fotos. Allí mismo, mientras comían un delicioso Mole de Olla fue que abrieron sus bolsas y regalaron a los abuelos las únicas fotos tamaño infantil que tenían en ese momento de ellas mismas.

Doña Esther las tomó en sus manos y las depositó a su lado sobre la mesa y prometió ponerlas en el librero de las fotos tamaño infantil.

Días después las nietas regresaron a la casa de los abuelos para descubrir que sus fotos no habían sido depositadas en el lugar prometido. Cuando llegó el momento de los reclamos, doña Esther, sentada sobre un baúl en ese mismo cuarto iluminado y les dijo "niñas, les voy a decir una cosa" lo dijo quedito, como si se tratara de un grave secreto, con la mirada dura. "Hay un duende en la casa". Dana la miró fijamente y entonces soltó la carcajada "Ay abuela, ¿Pero cómo va a haber duendes? Eso no existe." A lo que doña Esther respondió, con aires de sabiondez "Aunque no lo creas, los duendes sí existen. Pregúntale a tu mamá, ella también tiene uno en su casa". Dana siguió riendo, carcajada tras carcajada. "Abuela... ¿Pero cómo?"

"Pues fíjate que el otro día puse las llaves en la mesita, las llaves del zaguán. Yo recuerdo muy bien que las puse allí. Pues al día siguiente no aparecieron. No podíamos salir y a tu tío Gustavo le urgía llegar al trabajo y las llaves no aparecían. Fue el duende que me hizo la maldad, porque al poco rato las llaves aparecieron justo donde yo las había dejado la noche anterior."

Dana nunca dejó de reírse y entonces le preguntó a don Gustavo que opinaba del duende. Ya imaginaba la respuesta. Don Gustavo y doña Esther son polos opuestos en muchas cosas; ella es fiel seguidora de todas las telenovelas del 2 desde tiempos inmemoriales y él se repugna con todas ellas, por ejemplo. ¡Ya parece que don Gustavo se iba a creer el cuento del duende! Cuando Dana realizó la pregunta, don Gustavo contestó en tono sarcástico. Se burlaron juntos de la abuela y del duende. Doña Esther ardía en furia y los dejó burlarse a gusto no sin antes agregar "ya te dije que no te burles de mí, Gustavo" con esa mirada de advertencia que tienen las mujeres y que no admite repelo alguno. Sólo hasta entonces su risas se convirtieron en sonidos apagados. Lo dicho: la mirada no admitía repelos.

Días después y en medio de una comida familiar el duende y la desaparición de las fotos seguían siendo tema vigente. Resulta que el duende ya tiene un nombre: es el Duende Memo. Pues sí, por la falta de MEMOria de la abuela. Ese día en la mesa, fue la burla de todos. Volvió a echar la mirada asesina, pero en esta ocasión nadie paró. Sin embargo, fue justo en ese momento en el que Dana sintió cierto sentimiento de culpa por burlarse de una de las más firmes creencias de su abuela. Don Gustavo estaba en medio de una carcajada burlándose de su mujer cuando Dana atinó a decir:

"Bueno, abuelo, hay quien dice que tu dios también es un amigo imaginario".

Las risas y sonrisas cesaron.

Bueno, no.... yo me sigo riendo.

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