24.12.09

Chin... cuetes

Las dos acostaditas, en la cama king size, Dices que sin mi al lado, no puedes dormir. Requieres sentirme para poder estar tranquila, aún dormida. La luz de la luna entra por la ventana e ilumina las sábanas. No tengo sueño y no te voy a permitir dormir. Me obligaste a apagar las luces, ponerme la pijama y meterme en la fría cama. Pero permanezco inmóvil, viendo el techo, viendo como se ilumina tu pelo, doy vueltas en la cama, viéndote dormir de espaldas a mi... Me pides amodorrada que te tape la espalda. Tengo los pies descalzos y fríos, te toco con ellos por debajo de las cobijas, te quejas: "¡qué barbara! ¡Tienes los pies helados!" "Caliéntamelos...!" "¡Ah no! Ponte unos calcetines..." Pero me da flojera levantarme otra vez... Sigo dando vueltas. La cama, todo en este cuarto, el ropero, tu suéter, tú; huelen a esa mezcla de cremas que te echas en la cara y el olor que hay en ti; olor que se impregna en todo a tu alrededor en los muebles, la cama, los cajones, tu pelo, tus trapos... No sé de dónde venga ese olor. Tengo la seguridad de que no viene de detergentes y suavizantes, no. Es un olor que lo deja todo marcado y que cada vez que salgo de aquí o que duermo a tu lado me acompaña por días enteros. Es el mismo olor que me remonta a mi infancia, cuando eras más joven (no menos firme) ¿Te acuerdas cuándo nos sacabas las tinas de la ropa al patio, y a la brillante y caliente luz matutina simulábamos que eran albercas de agua fresca? Tú mientras tendías la ropa o cocinabas sin perdernos de vista. Puedo oír el sonido de la olla express, puedo oler los frijoles cocinándose, puedo ver las ollas de barro en la estufa, puedo ver el concentrado de jamaica fundiéndose en el agua natural, puedo saborear los sublimes nopales con orégano, puedo oler el conejo con pulque...

   Te mueves en la cama y preguntas: "¿Ya te dormiste?" "No, no puedo" "Mmm pues ya duérmete..." Pero tengo la seguridad de no poder dormir esta noche. Tal vez fue el café de la merienda. Sé, por otro lado, que tú tampoco puedes dormir. Sé que piensas en mil cosas, que tu mente va a toda velocidad pensando en todo y en todos... "Ya deja de preocuparte y mejor duérmete" Pero sé que te vale madres, siempre terminas haciendo lo que te viene en gana. Así que se me ocurre cansarte haciendo lo que sé hacer mejor en la vida: preguntando. Sé que en la oscuridad y gracias al cansancio me las contestarás toditas. Lo he hecho antes y ha funcionado. También sé que ya conozco todas las respuestas e historias, pero tengo ganas de volver a oírlas. Terminaré eufórica, cómo siempre.

   Te imagino, te veo. Huérfana de padre desde los 2 y de madre desde los 15. Ahora mi mente es la que va a mil por hora. No sé cuándo fue que me enteré que aquellos a quienes llamas hermanos y hermanas, que yo llamo tíos y tías; son en realidad tus primos. Dices que antes de los 15 eras una princesa, hija única de una madre que te daba todo lo que podía darte. Y de repente, de la nada, pasaste a ser una más de entre diez "hermanos". Tuviste que dejar la escuela y empezar a trabajar. Te veo en la casa de Guadalcanal; joven, sana, con el cabello chino (antaño abundante), la falda abombachada, como en película de Pedro Infante; en blanco y negro. Levantándote al alba. A ti te tocaba tender las camas y de ahí, a la fábrica todo el día. Después, regresar a tu casa por la tarde y planchar las ropas de 12 gentes hasta ya entrada la noche, para volver a comenzar al día siguiente. Dices que tu tío (casi tu padre) era herrero, músico, bebedor y mujeriego; difícil y duro con los hijos, pero firme y respetuoso con las hijas. Imagino la casa atiborrada, con fierros y máquinas por doquier, chiquillos corriendo por ahí. Porque tú eras de las más grandes y te tocaba cuidar y bañar a los más pequeños; el cabrón del negro, que aparte de negro, gustaba de andar mugroso... Ya te veo, correteandolo por toda la casa con tal que dejara bañarse a jícarazos. Te imagino en una de esas navidades gastándote todo tu aguinaldo pa poder comprarles una bicicleta (una pa' todos, que había que compartir). Seguro por eso te quieren tanto. Porque en las buenas y en las malas, siempre has dado lo que te ha sido posible dar... Hasta a tu hermana Lupe, que es de ésos capítulos de los que no sueltas una palabra, pero sé que te guardaba envidias; tú eres tan poco rencorosa que es como una parte de tu vida de la que no vale la pena hablar, tanto es así, que incisiva cómo soy, no me  permites una sola pregunta del tema, dices que no vale la pena acordarse de eso y que es tu hermana y así la quieres.
   Fuiste noviera, eso seguro. Aunque nunca lo quieras aceptar y evadas la pregunta y cambies el tema. Aseguras que el único hombre en tu vida ha sido Él, los demás fueron borrados de tu historia. Lo conociste a los 23. Supiste verle la capacidad y aunque tu no eras hermosa, no tardó en pedirte que te casarás con él. Él seguramente también te vio cualidades para ser su esposa. No sé si fue amor, quiero creer que sí, pero más bien pienso que fue el tiempo y el momento adecuado. Lo viste alto, guapo, trabajador, honesto, serio, gallardo, pelo rubio y ojo verde, y a sus 36 añitos sabía perfectamente lo que quería. Apenas tres meses comprometidos, unas cuantas veces de haberse visto y ya estaban compartiendo el mismo lecho. Una loca, siempre decimos que fuiste ¿Cómo así, sin conocerlo? Pero le supiste ver ese "algo" y el hecho de que tu hermana ya se había casado con su hermano te dio más confianza.
   Se fueron pa' Tlahuelilpan, vivían en un cuartito mientras él empezaba el negocio. Fueron años difíciles, pero tú ya estabas acostumbrada a pobrezas. Allí nació tu primer hijo, y a medida que la cosa fue mejorando, llegaron otro hijo, una hija y mucho mucho trabajo. Él se iba al alba, y a ésas horas tu ya tenías el desayuno listísimo, en tu papel (siempre impecable) de la esposa mexicana. Tú, que nunca habías tenido nada en la vida, con el paso de los años lo tuviste todo. Con mucho trabajo y sacrificio, eso es cierto. Le diste todo a tus hijos (al punto de malcriarlos); conociste la mitad del mundo; compraste joyas, pieles y vestidos; aprendiste a manejar y si te daba la gana agarrabas tu auto y te ibas a la frontera de shopping. Pero también dabas, eso nunca lo dejaste de hacer; le pagaste la escuela a tus sobrinos y los llevabas junto con tus hijos a pasear a México, sin distinción alguna. Igualito que ahora, que te desvives con Paola, la hija de la muchacha. Parece una nieta más. Ha vivido a tu lado desde que nació y así como compras medicinas para tus achaques le copras zapatos y ropa a la niña, a pesar de no ser carnalmente nada tuyo. Hacen la tarea juntas, ven la TV juntas, hasta te ayuda en la cocina....
  Con las nueras llegaron los nietos y si fuiste una madre dura, también fuiste una abuela increíble. Siempre tenías todo y de todo para tus nietos. Siempre amanecías rodeada de ellos los fines de semana. Te los llevabas de vacaciones y les comprabas cuanto podías. Parques de diversiones, playas, centros comerciales; porque cabe destacar tu adicción a las compras y al mall. No hablas ni una palabra de inglés, pero a la hora del shopping sabes contar hasta mil en un idioma que no es el tuyo. Y la diabetes vale madres cuándo se trata de estos menesteres... Trago de coca-cola y más que lista para la siguiente ronda...
   Hoy eres la mujer biónica. Has sobrevivido dos fracturas de rodilla y dos de femur, operaciones de los ojos, una de tiroides y quién sabe cuántas más, el caso es que suenas en el aeropuerto... Nos reímos de ti cuando estamos reunidos, te imitamos y la pasamos bomba.  Necia como la chingada, fuerte como un roble, precavida hasta el tuétano (excusa para comprar en demasía), televidente ávida de la telenovela de las 9 de la noche y ventaneando, lectora fiel de los contenidos de las medicinas, crédula de todos los comerciales de Genomma Lab, compradora compulsiva de todas las cremas de arrugas, terror de las enfermeras y doctores, sordita, cojita, chistosa involuntariamente, pelada nunca (siempre dices "chincuetes" en vez de cualquier otra cosa), machista por tu educación, gritona, chantajista, espantada aunque nunca vayas a la iglesia, pesimista, quejumbrosa, gastalona, súper cocinera, compartida, bondadosa... Pero toda, toda, todita te amo. Así. Te amo.

   "¿Te he dicho que eres más madre que mi madre? Pues lo eres" "Ay, hija... no digas eso. Tu madre es tu madre" "Sí, pero tú eres más mi mamá..."  "¿Qué horas son?" "La una" "¡Madre mía! ¡Ya es tardisímo, ya duerméte!" A los pocos minutos te oigo roncar. Ya me has calentado los pies, con tus piernitas flacas y llenas de moretones. Oigo el reloj de la calle sonar de nuevo. Pero sigo pensando. Te oigo respirar. Ojalá hoy no sea uno de ésos días que te me pones mal en medio de la noche. Yo, que nunca despierto con nada, me he despertado para encontrarte tirada, medio muerta en el baño. ¿Cómo o por qué he despertado? No lo sé, sólo sé que ha sido justo a tiempo. Veo la luz de la luna, que entra por el ventanal. Hoy no cerramos las cortinas y el aire entra fresco por una rendija de la ventana. Oigo a la noche. Me nace el impulso de abrazarte y cómo todos los impulsos en mi vida, me dejo llevar. Te abrazo, entre sueños te percatas y me abrazas tú también. Es una noche más de los cientos o miles que hemos dormido juntas, desde chiquita y hasta ahora que ya soy una adulta. Jamás he dormido con la tranquilidad con la que duermo a tu lado... Siempre he pensado qué haré el día que te vayas... Sé que no será hoy. Mañana despertarás, te bañarás, te arreglarás y te irás a la cocina, vendrá mi abuelo y me despertará para ir a desayunar. Ya puedo oler el huevo con nopales (tus nopales con orégano) y el café prepárandose. Nos sentaremos a desayunar y nos reíremos juntas.

  ¿Ves? Te dije que iba a terminar eufórica.   

  

13.12.09

Queridos Presente y Futuro:

A lo mejor he visto muchas de esas películas para niñas, a lo mejor ando inspirada, a lo mejor estoy loca, a lo mejor me leí cosas fantásticas... Pero así soy yo y qué le vamos a hacer.

   Desde muy chiquita mi mamá me llamaba "ridícula" por la manera en la que vestía o las cosas que decía. Siempre creí que quizás le caía yo mal. Creo que no era tanto eso, sino más bien el hecho de ser tan distinta a ella o tan parecida.
   Hay veces que sigo mis impulsos, sin pensar en consecuencias. Que pienso con el corazón inevitablemente. No sé si esté bien o mal, pero lo hago. Una vez hecho, no me detengo. Me visualizo allí, donde mis sueños y locuras me llevan. Me han dicho que es mi juventud, que es uno de mis grandes defectos, que estoy mal... Y no lo sé.
   Hace unos días platicaba con personas que se han convertido en grandes amigos, personas con quienes crucé mi camino por las razones y circunstancias que acontecen en mi vida... Me di cuenta que las coincidencias no existen. Y me atreveré a decir que creo que Dios, el mío, sabe cómo, cuándo y porqué hace las cosas. ¿Cómo es que después de un año tan difícil, tan triste, tan duro aparezcan cosas que me han caído como anillo al dedo? No puedo explicar el porqué de mi vida, y creo que ha dejado de interesarme. Simplemente quiero disfrutarlo.
   Este año empezó sin muchas ganas, como por inercia. Empecé con presión arterial alta y yo no sabía ni de dónde diablos venía. Vivía en un estrés constante, peleando contra el mundo. Todo me tenía cansada. Perdí gran parte de mi esencia, sin esa chispa...
   Después murió uno de los hombres más importantes en mi vida, alguien que me quería con toda su alma, alguien con quien no pude estar en esos últimos momentos, un pilar lleno de amor para mi (sobre todo en mi infancia). La idea de saber que no estuve con él, que el trabajo fue tan absorbente para no estar a su lado cuando más me necesito me persiguió por semanas, lloraba sola cómo estaba porque se me apareciera en sueños para decirme que estaba bien, que no pasaba nada... No dormía, no comía, apenas si vivía. Fueron las semanas más difíciles en mi vida y me tocó vivir mi duelo sola. Porque fue en esos momentos cuando la gente que yo creí que estaría no estuvo. Si existe una palabra para poder describir esos momentos sólo atinaría a decir: oscuridad. De la fea.
   A las tres semanas de esa muerte, me informan de un cáncer que atacaba a mi abuelo. O más bien, lo ataca ahora mismo. Mi abuelo es para mi uno de los hombres más perfectos que pueden existir en el mundo entero. El más perfecto, el más lindo, el más hermoso, el más bueno... Sentí que me derrumbaba todavía más. Mi tristeza aumentó... Siempre me había preguntado que haría el día que alguien cercano a mi muriera. No me planteaba una respuesta, ni atinaba a imaginarme como sería vivir una experiencia así. El trabajo me tenía estresada, cansada, enojada y desmotivada... Y tampoco me permitió estar con él en el hospital. Más oscuridad, cero ganas de vivir. Regresar a casa era terrible. No podía soportar estar en medio de tanta tristeza. Dejé de ir a clase porque simplemente no podía concentrarme ni pensar en nada, porque los temas a tratar en vez de animarme, me deprimían más, porque estaba decepcionada y harta de la gente que allí me encontraba...
   Aquí viene la parte linda de la historia, la que en realidad quiero compartir. Lo demás, es mero background, de desahogo, de entendimiento, de mi necesidad de sacar las cosas...
  ¿cómo dejé de sentirme así? No lo sé. Fueron una serie de circunstancias raras, que pasaron en el momento justo. Nunca coincidencias.
   Empecé a usar más Twitter. A sacar lo que traía adentro. A reencontrar pasiones, cómo mi idealismo, mis ideas, mis ganas...
   Terminé una relación que me estaba destruyendo. Tanto sentir que no tenía nada, que no había ya nada que perder, que la decisión no fue tan difícil como yo pensé que sería. Al salir de esa casa automáticamente sentí que me quitaban un gran peso de encima. El primer día que dormí fuera de esa cama, fuera de esa casa fue como volver a respirar lenta y profundamente. No puedo explicarlo. Hay veces que nos empecinamos en hacer o estar en las cosas que nos hacen daño, ya sea por costumbre, inercia o miedo. Tomar esa decisión fue una de las cosas que me hizo sentir liberada, libre y... con ganas.
   Mi camino se está cruzando con el de gente que ve hacia donde yo veo. Que me enseña todos y cada uno de los días. Que comparte mis ganas de vivir, de ser, de estar. Que estuvo en los momentos difíciles y que estará hasta que Dios y la vida decidan separarnos nuevamente.
  Me da mucho gusto informarles que estoy sufriendo de un cambio de actitud 100%. Estoy emocionada, cómo nunca en la vida por lo que el futuro me depara. Sí, por el llanto y las tristezas, también. Pero sobre todo por lo que viene después de aprender de las cosas malas y feas de la vida. Eso es lo que me causa más emoción. Y por que sé que con el aprendizaje y dolor de este año Dios me tiene reservadas las mejores cosas para el año que viene... ¡Qué digo el año! Desde ahorita me está dando los mejores regalos. Por eso, no quiero nada esta Navidad, nada nada. Sólo quiero agradecerte vida por todo lo que me das. Bueno y malo. Dame más años como este. Igual de dolorosos, pero hermosos también.
   Gracias a la gente que me lee; gracias por recordarme el potencial que tengo, gracias por enseñarme que la familia es ante todo lo más importante; gracias por el amor; gracias por la salud; gracias por la gente que está cruzándose en mi camino, gracias por mi Twitter; gracias por el trabajo (que el otro año será mejor que éste, lo juro); gracias por hacerme cómo me hiciste; gracias por los buenos ratos,  gracias por la actitud; gracias por las chispitas que me haces sentir de repente, de la nada, sin explicación, porque esos destellos de locura me han hecho vivir las experiencias más hermosas; gracias por el aprendizaje; Gracias por darme cuenta que por más mal que uno esté, es cierto lo de la luz al fondo por más tonto y cursi que eso se lea; y gracias por... LA VIDA.

P.D. Mi salud va aparentemente viento en popa. Era estrés... Pinche estrés. Y¿mi abuelo? Está con un tratamiento alternativo que aparentemente lo curará, si no, de todas maneras lo estoy disfrutando con todo mi ser, hasta que me dure.

Presente y futuro: ¡¡¡Allá les voy!!!