17.9.13

El país "feliz"

Somos el país 16 de los más felices del mundo o eso dice un estudio que anda rolando por ahí. En mi trabajo me ha tocado ver una lista de los municipios más felices de México creada igual bajo un estudio que toma en cuanta ciertas características. Me sorprendió. Me sorprende todos los días ver que a pesar de todo somos un país "feliz". Sí, a pesar de todo.

Y me quedé pensando en de dónde chingados sacan esas encuestas ridículas. Mi mente viajo hasta la conclusión en que el infeliz es el que se queja o que "ignorance is bliss". La queja.

Me acordé como el ciudadano europeo es un experto en quejarse. Así, se la viven en la queja de todo. El español resulta el gran ganador. El año pasado, en un viaje a Eslovaquia a mi amiga Margarita se le ocurrió juntarse con una española de Cantabria (bueno, entre ellos todos se diferencian y unos se sienten más españoles que otros). Fue un horrible fin de semana de escuchar sus quejas una tras otra tras otra. Hasta lo que no comía le hacía daño. Márgara y yo, por el contrario nos quejábamos, pero nos reíamos. SIEMPRE nos reíamos. Hasta de las desgracias como por ejemplo, de  extrañar la comida. Le veíamos el lado bonito a no tener comida mexicana cerca: dimos con un restaurante indio que contribuía a nuestra necesidad de ingerir picante o comíamos pierna de cerdo a las brasas  que tenía sabor a carnitas, prescindíamos de las tortillas y la salsa, pero para nosotras eran días de festín. En los días más crudos del invierno íbamos a un restauran al centro de Brno y pedíamos un caldo de res con albondigas de hígado, que aunque no sabía como al caldo de res mexicano tenía ese toque calientito de casa, pedíamos limones ante la mirada estupefacta de las meseras checas y le dábamos aún más sabor a la Ajina Kucharka.

Nos hartaba la nieve, pero nos aventábamos como niñas chiquitas a jugar en ella. Caminábamos por el blanco e invernal Brno con la cara congelada (como cuando te sacan las muelas). "Wey, veo la nieve y se me antoja una nieve de limón". La textura de la nieve que ocultaba el pasto y que se veía como cualquier mostrador de las meras meras nieves de Tocumbo, Michoacán. Apovechábamos también para embarcarnos en los viajes de llenarnos de capas de ropa para soportar el frío y salir a la calle cual muñecos de nieve. Unas mexicanas ridículas en Europa del Este. Aunque al principio fue difícil adaptarse; reíamos, siempre reíamos...

Quejarse es bueno, creo. Pero reírse de uno, adaptarse, encontrar la manera de A PESAR DE TODO, aún ser feliz... también.

En México también ha sido nuestra carga. El mexicano que aprende en su miseria a ser feliz, a reírse de su miseria, a verle el lado bueno cuando se lo chingan, a siempre, siempre sonreír.

 A lo mejor en eso se basan las encuestas esas de la felicidad.

¿Será bueno o malo? Ya no sé.

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