10.11.10

La Teoría de los Regalos

Siempre soy asquerosamente romántica para todo. O para casi todo. Últimamente se me ha quitado un poco porque me esfuerzo en hacerme la fuerte. Pero sí, podemos decir que en general me gusta ver las cosas de forma romanticona (entiéndase por tal cosa soñador, sentimental y generoso. Y a la RAE me remito). Bueno, estábamos en que soy romántica y pa' acabarla de chingar intensa. Soy de ésas que cree en las ganas locas de hacer las cosas. 

   Yo siempre creí (en teoría) que los regalos más padres son siempre los que valen nada o muy poco. O a lo mejor que valen millones (si es que tienes pa' pagarlos) pero que se invirtió en ellos mucho tiempo, esfuerzo y creatividad. Vaya, que su costo (monetario) no importa gran cosa. En un mueble de la casa de mi papá, por ejemplo, hállase arrumbado un cenicero hecho por mis manitas de 5 años (en el kinder, sí). Recuerdo haber pensado entonces que el cenicero era bien lindito. Completamente inútil (mi papá nunca ha fumado), pero lindo. ¡Vaya! ¡Lo hice con mis manos! Creí que con ello bastaría para que a mi papá le gustara tal cosa. (¿Ya dije que está arrumbado?).

   En caso es que en algún punto de mi vida, mi alocada adolescencia, el odio de mi mamá a que le regalaran flores y lecturas del tipo Orgullo y Prejuicio, crecí creyendo que los mejores regalos eran aquellos que sin importar el costo tuvieran algún significado. Recuerdo cómo mi mamá se encabronaba de que mi papá le llegara con flores. Decía que era porque a mi papá se le había olvidado su cumpleaños o el aniversario y nomás se conformaba con ir a la florería y comprarle algo (y la neta, no se equivocaba. A las pruebas y el divorcio me remito). Decía que era muy fácil comprar flores y que no había ninguna intención en ello, ningún esfuerzo. Supongo que fue entonces cuando algo hizo click en mi cabeza y me hizo darme cuenta que sí; que no hay ninguna creatividad implícita en unas flores. Sólo una manifiesta falta de imaginación y una intención. 
   Me han regalado tres veces flores en mi vida. Todas ellas rosas. Y no, no eran arreglos en los que yo quedara embelesada, la verdad que no. La segunda vez, por ejemplo era una sola rosa. Roja. Sentí cómo se me revolvían las entrañas cuando la sacó (esa unita rosa) de detrás de su espalda, en medio de sus manitas adolescentes (Could he be anymore of a cliché?). Esa vez, fue por una muestra de amor. La última vez, por ejemplo, fue para pedirme que fuera su novia y en esa ocasión sí era una docena. Adivine usted el color. Sí, rojas. (¬¬). Sólo la primera vez tuvo el susodicho la creatividad (diminuta) de regalarme rosas blancas. Cada una de las veces me acordé de mi mamá. Inevitablemente. 

   También en algún punto de mi vida me di cuenta que lo que mejor sabía yo hacer era juntar palabras, y pensé que entonces, si regalaba mis palabras (inspiradas en amor) podría dar los mejores regalos en la vida. Lamentablemente la gente (amigos, ex novios, familia) prefieren las cosas meramente materiales a lo bonito que pueden ser las palabras. Y entonces empecé a dejar de creer en mi propia Teoría de los Regalos. Y de los detallitos mamones, cursilones y baratones pasé, básicamente a regalar cosas materiales. ¿Pos qué? Si así es más fácil y así le gusta más a la gente. Además dije; "si la gente no se quiebra la cabeza por mi, pues ¿Por qué me la voy a quebrar yo por ella? Casi me di por vencida. Y digo casi... 

   En menos de un mes, hay un ser que ha puesto a prueba la Teoría de los Regalos. Es un ser que siempre encontré harto extraño. Nunca entendía qué era lo que quería decir y siempre me dejaba perpleja (por no decir que me hacía sentir pendeja). Ahora que lo conozco más sólo puedo decir que es rarito (que conste que él mismo usó esas palabras). En punto es que la primera vez me tuvo cómo niña chiquita abriendo cajitas. Desde una muy grande, hasta una muy chiquita. Con instrucciones (las puso adentro). Y una serie de justos 61 detallitos (todos ellos con un costo de CERO pesos). Sonreí mucho. Cómo a las 6 am en un 6 de enero. Y me dejó pensando (hasta solté unas lagrimillas). Maldito muchacho. Porque nunca nadie se había tomado la molestia...
   El otro día me hizo escribirle 3 líneas. Que yo sabía causarían algo. 

  Y hoy, justo hoy me dijo: "te tengo una cosita rara que espero te guste". ASH, lame as I am, me emocioné toda. Era una foto. Con su mano. Sosteniendo una mariposa HERRRRRRMOSA. ¿Cuándo me habían regalado una mariposa hermosa? Pues nunca. Dice que iba saliendo del tren cuando la vio, la recogió creyendo que estaba muerta, le tomó la foto pensando en mi (AW!) y entonces fue que la mariposa revivió (por el calor de sus manos, dice el muy coco washer) y voló. Ya que la vi, la dejé abierta en la pantalla. Mientras escribo este post, está allí, abierta. Y no dejo de ver la textura de sus manos. CALL ME CRAZY. Ese pinche detalle de ir por la calle, ver una mariposa y acordarse de una. CHET. 

   Y nada. Quizás compruebe que mi Teoría de los Regalos es cierta.

   And... Houston, we have a problem. ¿Qué le voy a regalar yo ahora? :S

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